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SIN ÁNIMO DE OFENDER / por JORGE FERNÁNDEZ

No todos los silencios son cómplices

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“No todo silencio es negativo. A veces, callar es la forma más honesta de expresar desacuerdo con un amigo, confiando en que él entenderá el mensaje sin necesidad de palabras... [y] el mejor argumento contra discursos arrogantes, falacias que se desmoronan solas...”.

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Foto de Shubham Pawar en Unsplash

(JORGE FERNÁNDEZ, 12/09/2025)

"Al final, no recordaremos las palabras de nuestros enemigos, sino el silencio de nuestros amigos."

Esta célebre frase, pronunciada por el pastor bautista Martin Luther King Jr. en un sermón de 1965, ha llegado hasta nuestros días en versiones ligeramente alteradas, como aquella que dice: “No me preocupa el grito de los violentos… sino el silencio de los buenos.”

Con el paso del tiempo, la cita se ha convertido en un lema muy recurrido, aunque a menudo descontextualizado y utilizado como argumento para justificar discursos agresivos o ataques hacia quienes no piensan, hablan o actúan como nosotros creemos que deberían hacerlo.

Sin embargo, no todos los silencios son cómplices, ni necesariamente revelan cobardía, indiferencia o falta de convicciones. Hay silencios que gritan sin palabras, con una fuerza que conmueve y una elocuencia que ningún gran orador podría superar.

El arte de discernir los silencios

Lo primero que hay que reconocer es que, en ocasiones, hace falta más valor y sabiduría para callar y guardar silencio, que para hablar y vociferar. David lo explica perfectamente en uno de sus salmos, desde su propia experiencia:

“Enmudecí con silencio, me callé aún respecto de lo bueno; y se agravó mi dolor. Se encendió mi corazón dentro de mí. En mi meditación se encendió fuego, y así proferí con mi lengua” (Sal. 39:2-3)

La continencia verbal, cuando corresponde, es una virtud. No tenemos que hablar ni decir lo que opinamos todas las veces, de todos los temas, ni todo el tiempo. 

Por otra parte, creo que deberíamos pedirle a Dios un don especial: el “discernimiento de silencios”, un carisma que no aparece en la lista que Pablo menciona en 1 Corintios 12, pero que refleja la capacidad de un creyente con una espiritualidad madura y sabia.

Así como un músico experimentado interpreta las pausas en una partitura sin pensar que son errores del autor o defectos de impresión, también quien aprende a leer los silencios puede comprender su propósito y valor en cada momento.

Discernir el silencio es también una habilidad que se desarrolla con la experiencia.

Recuerdo que, cuando era niño, mi madre —una mujer de carácter fuerte y con voz de mando— podía castigar a mi padre con días enteros de silencio absoluto después de una discusión. No decía una sola palabra, pero su silencio era estruendoso, tan claro y contundente que toda la familia entendía el mensaje sin que ella lo explicara.
Con los años, mi madre conoció al Señor, su carácter se dulcificó y aprendió a comunicarse mejor, incluso a gestionar sus silencios. Sin embargo, aquella vivencia me dejó una lección imborrable: a veces el silencio tiene un significado más poderoso que las palabras.

También es sabio callar cuando las palabras sobran o no hay nada importante que decir, algo harto difícil para los opinadores profesionales y tertulianos de todo pelaje, que harían bien en recordar el consejo de grandes escritores contemporáneos como Jorge Luis Borges y Eduardo Galeano, que gustaban de citar una frase de origen desconocido que resume esta idea: “Calla, a menos que puedas mejorar el silencio.”

Los silencios de Dios

La Biblia también nos muestra a un Dios que, en ciertos momentos, decide callar. Ese silencio nunca es vacío ni indiferente, sino que lleva un mensaje profundo para quien sabe escucharlo.

"Y consultó Saúl a Jehová, pero Jehová no le respondió, ni por sueños, ni por el Urim, ni por los profetas." — 1 Samuel 28:6

Dios guardó silencio ante Saúl como castigo por su desobediencia y terquedad. No fue un hecho aislado: en otros tiempos de decadencia espiritual, el Señor también calló (1 Samuel 3:1; 2 Crónicas 15:3).

Incluso tenemos un largo período de la historia de Israel, entre el profeta Malaquías y la aparición de Juan el Bautista, conocido como los 400 años de silencio profético. ¡Cuatro siglos sin profetas ni mensajes directos de Dios! Un silencio que, por su duración y peso, hablaba por sí mismo.

Antes de eso, el sabio Salomón había escrito en Eclesiastés: “Todo tiene su tiempo… tiempo de callar y tiempo de hablar.” (Ecl. 3:7)

Y siglos más tarde, el profeta Amós, que no se caracterizaba precisamente por callar ante la injusticia, expresó: “Por tanto, el prudente en tal tiempo calla, porque el tiempo es malo.” — Amós 5:13.

Con estas palabras, Amós nos recuerda que el silencio también puede ser fruto de la prudencia y la responsabilidad, no de la cobardía.

El silencio de Jesús

Uno de los silencios más significativos de toda la Biblia se encuentra en el relato de la pasión de Cristo:

"Y Herodes, viendo a Jesús, se alegró mucho; porque hacía tiempo que deseaba verle, porque había oído muchas cosas acerca de él, y esperaba verle hacer alguna señal. Y le hacía muchas preguntas, pero él nada le respondió." — Lucas 23:8-9.

Jesús calló ante Herodes, un rey violento, hipócrita y burlón. Más adelante, también se negó a responder a Pilato, el gobernador romano:

“Y entró otra vez en el pretorio, y dijo a Jesús: ¿De dónde eres tú? Mas Jesús no le dio respuesta. Entonces le dijo Pilato: ¿A mí no me hablas…?— Juan 19:9-10.

El silencio de Jesús fue un acto de soberana elocuencia. Callar ante la arrogancia, la corrupción y el desprecio era su manera de desenmascarar la injusticia, sin prestarse a un juego de acusaciones vacías.

Silencio que habla

Un ejemplo práctico de "silencio que habla", lo tenemos en el mensaje que Diaconía difundió este 10 de septiembre, con motivo del Día Mundial para la Prevención del Suicido. Con mucha creatividad, la ONG evangélica publicó en sus redes sociales un mensaje que decía "Hoy no tenemos nada que decir" (porque lo decimos los otros 364 días del año). Un ejemplo de comunicación creativa que apela al silencio intencional como potente lenguaje.

En fin, que no todo silencio es negativo. A veces, callar es la forma más honesta de expresar desacuerdo con un amigo, confiando en que él entenderá el mensaje sin necesidad de palabras.

Jorge FernándezEn otras ocasiones, el silencio es el mejor argumento contra discursos arrogantes, falacias que se desmoronan solas, o comentarios torpes o fanáticos que pululan en las redes sociales.

En esos casos, la respuesta más sabia no es una réplica, sino guardar silencio.

Un silencio prudente.
Un silencio responsable.
Un silencio que, paradójicamente, habla alto y claro.

Autor: Jorge Fernández - Madrid, 12 de septiembre de 2025.-

***

© 2025. Este artículo puede reproducirse siempre que se haga de forma gratuita y citando expresamente al autor y a ACTUALIDAD EVANGÉLICA. Las opiniones de los autores son estrictamente personales y no representan necesariamente la opinión o la línea editorial de Actualidad Evangélica.

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