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SIN ÁNIMO DE OFENDER / por JORGE FERNÁNDEZ

Milei “predicó” el anarcocapitalismo desde un púlpito evangélico. ¿Qué será lo siguiente?

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“¿Dónde queda el principio evangélico de “dar a César lo que es de César y a Dios lo que es de Dios”, si se le ofrece a César nada más y nada menos que el púlpito?”

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El presidente Javier Milei durante su intervención el pasado sábado, en una iglesia evangélica / Imagen: Captura youtube

(JORGE FERNÁNDEZ, 07/07/2025) “Los evangélicos latinos necesitamos reflexionar y desarrollar una teología del poder”. Estas palabras resuenan en mi mente desde que las leí —y luego las escuché de su boca en un par de entrevistas que tuve el privilegio de hacerle hace unos años— del recientemente fallecido, Dr. Samuel Escobar, uno de los grandes referentes de la teología latinoamericana.

Con esa frase, Escobar expresaba su preocupación por los primeros escarceos en las relaciones evangélicas con el poder político —allí donde la presencia social evangélica crecía y se convertía en un codiciado actor político para las clases dirigentes de distintos países de América Latina—, relaciones en algunos casos muy poco alineadas con el ejemplo y las enseñanzas de Jesucristo y sus apóstoles.

Me pregunto qué diría hoy el pensador peruano, si hubiese podido ver y escuchar este fin de semana la extensa “predicación” (de unos 40 minutos) del presidente Javier Milei en el acto inaugural de un lugar de cultos evangélico en El Chaco, República Argentina. Una ponencia en la que se atrevió a citar las Sagradas Escrituras para fundamentar su doctrina anarcocapitalista y demonizar, sin ruborizarse y sin ningún complejo, la justicia social distributiva y la ayuda estatal a los colectivos vulnerables. Justicia social que calificó de “caridad a punta de pistola”.

Un discurso que culpabiliza y responsabiliza a los pobres por su pobreza, sin el menor atisbo de sensibilidad, en una provincia que según datos oficiales del INDEC registra un 60,8% de pobreza —muy por encima del promedio nacional que está en el 38,1%—; un 22,4% de indigentes —el doble del promedio nacional (en torno al 11,9%)—; y la tasa más alta de desempleo del país.

Duele ver cómo, todo ese discurso político e ideológico proclamado desde el trono de la Palabra de Dios —el púlpito de una Iglesia—, es premiado con aplausos, sonrisas y amenes complacientes, por la multitud de fieles evangélicos reunidos para la inauguración de su lugar de culto. Aplausos y amenes que, no solo no menguaron, sino que se convirtieron en encendida ovación cuando el presidente Milei concluyó su particular “homilía” con su tradicional grito de guerra — “¡Viva la libertad, carajo!” (sic)— expresión vulgar en cualquier ámbito, pero bochornosa en un lugar de culto, ¡que repitió in crescendo hasta en tres ocasiones! (ver vídeo al pie de estas líneas).

¿Qué habría dicho el Dr. Samuel Escobar? ¿Se habría escandalizado tanto como yo? ¿Se habría sorprendido? ¿O simplemente hubiera dicho, “lo avisé”?

Los evangélicos latinos no nos hemos arrepentido aún lo suficiente de la vergüenza de haberles cedido el púlpito de algunas de nuestras iglesias a presidentes como Agusto Pinochet y a Efraín Ríos Montt. Se dirá que no es lo mismo; que Milei es un presidente democrático legítimo, no un golpista. Eso es cierto. Pero sigue siendo un Presidente, la más alta representación del poder político en una República, y su lugar es el sillón de Rivadavia, no el púlpito de la Iglesia de Jesucristo.

Lamentablemente, por activa y por pasiva, en ciertos círculos evangélicos se acepta cada vez más, de forma acrítica, que políticos y gobernantes, no solo instrumentalicen nuestra fe para apoyar sus políticas e ideologías —muchas de ellas contrarias al espíritu y la letra del Evangelio—, sino que también se va normalizando que lo hagan desde el sagrado espacio del púlpito eclesial, lugar consagrado a la proclamación del santo evangelio de Cristo y del consejo de Dios en las Sagradas Escrituras (no es un altar para quemar el fuego extraño de ideologías humanas).

Jorge Fernández¿Dónde queda el principio evangélico de dar “a César lo que es de César y a Dios lo que es de Dios”, si se le ofrece a César nada más y nada menos que el púlpito? ¿Qué será lo siguiente?

El camino del integrismo político-religioso siempre ha sido tentador, tanto para los líderes políticos como para los líderes religiosos, pero es un camino de muerte para el testimonio cristiano. La historia lo confirma. Lo peor es que ese camino tiene un punto de no retorno; un “cruce del Rubicón” que, cuando se produce, no permite — o hace casi imposible— volver atrás.

Ojalá aún estemos a tiempo.

***

(Puede escuchar el discurso completo del presidente Milei en la página Youtube de la Oficina del Presidente, pinchando aquí)

© Jorge Fernández – Madrid, lunes 7 de julio de 2025-

© 2025. Este artículo puede reproducirse siempre que se haga de forma gratuita y citando expresamente al autor y a ACTUALIDAD EVANGÉLICA. Las opiniones de los autores son estrictamente personales y no representan necesariamente la opinión o la línea editorial de Actualidad Evangélica.

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