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V CENTENARIO /

500 años de la Reforma radical

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Este mes se cumplen 500 años de los acontecimientos que dieron origen a la “reforma radical”, movimiento que sucedió muy tempranamente a la reforma magisterial -luterana, calvinista, etc.- con el ánimo de volver a la fe y práctica de la iglesia del primer siglo, y del que proceden la mayoría de las iglesias y denominaciones evangélicas en la actualidad

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Anabaptistas reunidos en secreto en una barca. Ilustración de Jan Luyken (Imagen Wikipedia de dominio público)

Por Julio Díaz Piñeiro, 16/01/2025

1. LA REFORMA RADICAL

 En el contexto de la Reforma protestante del siglo XVI surgieron movimientos de reforma religiosa que no intentaron establecerse o imponerse como iglesias oficiales o estatales. Son las conocidas como “iglesias libres”. El término “Reforma radical” para referirse a esos movimientos fue acuñado por historiadores como Kenneth S. Latourette (Historia del cristianismo, tomo 2) y George Williams (The Radical Reformation).

Otro historiador anglosajón, Roland Bainton, sugirió la expresión “ala izquierda de la Reforma” para designarlos, pero conlleva unas connotaciones políticas que nada tienen que ver con lo que estos grupos o movimientos proponían. Por su parte, Walter Rauschensbusch, teólogo bautista promotor del denominado “evangelio social”, se refirió a estos grupos como “las raíces y las ramas de la Reforma”.

Los diferentes grupos que conforman la Reforma radical eran diversos en creencias y prácticas, si bien tenían en común su oposición a cualquier modelo de Iglesia estatal, fuese católica o protestante. En palabras del teólogo español Máximo García, “la Reforma radical defendió la libertad de conciencia y de asociación religiosa del individuo, frente al régimen de cristiandad que promovía la unión de la Iglesia y el Estado en una realidad indivisible; el bautismo de creyentes frente al bautismo infantil; la importancia de la congregación local de creyentes y su autonomía frente al poder sacerdotal representado por el clero; y la participación de la comunidad de creyentes en la extensión del reino de Dios. Mientras que los reformadores magisteriales pretendieron la reformatio de la Iglesia institucional, los reformadores radicales procuraron la restitutio, el retorno a los orígenes de la iglesia apostólica pre-constantiniana”.[3]  Por tanto, un término que combina el carácter “radical” de estos grupos con su enconada defensa de la libertad religiosa es el de “iglesias libres-radicales”. 

Hasta mediados del siglo XX, la Reforma radical no fue objeto de estudio y análisis concienzudo por parte de los estudiosos de la historia de la Iglesia. Sirva como ejemplo el voluminoso libro A History of Reformation, publicado en 1907 por la Universidad de Cambridge, que dedica únicamente tres de sus seiscientas páginas a este tema.  Por si fuera poco, la información existente sobre los movimientos que dieron forma a la Reforma radical no era objetiva, al estar basada en las opiniones de sus detractores. Así como los escritos y documentos relacionados con la Reforma radical fueron eficazmente suprimidos en la feroz persecución que siguió a su surgimiento, los escritos polémicos y los panfletos producidos por sus enemigos circulaban libremente y fueron traducidos a varios idiomas. Afortunadamente, esta situación comenzó a cambiar en la segunda mitad del siglo, con la publicación de dos importantes estudios sobre las iglesias libres radicales, basados en fuentes primarias: The Anabaptist View of the Church (1952), obra de F. H. Littell, y The Radical Reformation (1962), de George Williams, ya mencionado. A estos seguirían otros, como Revolucionarios del siglo XVI. Historia de los anabautistas (1975), de William R. Estep, y Textos escogidos de la Reforma Radical, de John Howard (1976).

2. REFORMA RADICAL Y ANABAUTISMO

El anabautismo (o anabaptismo, que significa "rebautizar") constituye el movimiento religioso que mejor encarnó el espíritu de la Reforma radical. Antecedentes del anabautismo pueden encontrase, en opinión de algunos autores,[4] en los movimientos místicos y pietistas de la Edad Media. Los intentos de enlazar el anabautismo con los místicos de la Edad Media no se han traducido todavía en resultados concluyentes, aunque se acepta que los místicos medievales dejaron un germen que, mas tarde, fue recogido por el movimiento anabautista.

Historiadores como Estep y Vedder[5] son de la opinión que el anabautismo inspiracionista o espiritualista tiene su origen en el misticismo medieval, y el racionalista en el humanismo renacentista, mientras que el anabautismo evangélico se inspiró en diferentes grupos religiosos de la Edad Media: los terciarios, movimiento pietista franciscano semi-monástico, los valdenses y los hermanos moravos, herederos espirituales del reformador bohemio Jan Huss (1370-1415).

3. ORIGEN DEL ANABAUTISMO EVANGÉLICO

El origen histórico del movimiento anabautista, en su expresión más evangélica, se sitúa en Zürich, entre los discípulos del reformador suizo Ulrich Zwinglio (1484-1531), quien, a partir de 1521, y con el apoyo del gobierno cantonal, emprendió una importante reforma religiosa en el cantón de Zürich, que pronto se extendió a otros cantones suizos. Zwinglio contó con la colaboración decidida de aquellos que deseaban una profunda reforma de la Iglesia, entre los que se encontraban Conrad Grebel (c. 1498-1526), Felix Manz (c.1498-1527), Wilhelm Reublin (c.1482-c.1559) y Georg Blaurock (c.1492-1529). Posteriormente, se añadieron Balthasar Hübmaier (1480-1528), ex-sacerdote católico, y Hans Huiuff, de origen alemán, quien les trajo noticias de la reforma alemana y una copia de uno de los escritos de Thomas Müntzer (c.1488-1525), seguidor de Martín Lutero (1483-1546), aunque más radical en sus propuestas, titulado De la fe espuria, escrito en Allstedt en 1523 e impreso en 1524, en el que rechazaba radicalmente el sacramentalismo en la liturgia luterana.[6]

A pesar de las intenciones iniciales de Zwinglio de llevar la Reforma a Zürich hasta sus últimas consecuencias, después de controvertidos debates y discusiones doctrinales Grebel y sus compañeros llegaron a la conclusión de que Zwinglio, para no perder el apoyo político que le brindaba el gobierno cantonal, había decidido posponer algunas de sus propuestas iniciales de reforma. Zwinglio había cedido ante el gobierno cantonal en lo relacionado con la abolición de la misa, el uso de imágenes en las iglesias y la celebración de la Eucaristía según el rito romano, aunque con diferente significado, manteniendo cautelarmente estas prácticas. Pero la cuestión decisiva que originó el abandono de Zwinglio por parte de sus compañeros tuvo que ver con el bautismo de los niños, que Zwinglio defendió, pese a haberse manifestado en otro tiempo contrario a esta práctica.

En septiembre de 1524, los descontentos con la política religiosa de Zwinglio sumaban veinte hombres, y decidieron organizarse. Adoptaron el nombre de Hermanos suizos, y en otoño de este mismo año contactaron con los reformadores alemanes con la intención de conseguir su apoyo. Escribieron a Lutero, que no les respondió, y a Müntzer.

Grebel y sus compañeros esperaban encontrar en este último una buena acogida a sus preocupaciones, pues sabían de su crítica a una fe impuesta por las autoridades, pero se equivocaron en cuanto a su posible apertura respecto a las críticas que ellos tenían hacia él. No conocían su misticismo, su desprecio al biblicismo y su apocaliptismo. En su carta a Müntzer, Grebel, en nombre del grupo, critica la postura de Zwinglio, acusándole de tolerante con las ceremonias y prácticas católicas. También manifiesta su rechazo a la política religiosa de Zwinglio, llamándola contemporizadora y superficial, esbozando, por su parte, un proyecto de una iglesia minoritaria que cree y practica correctamente las enseñanzas bíblicas. La carta de Grebel recoge que el bautismo y la Cena del Señor deben realizarse en su forma apostólica, que la Cena del Señor debe celebrarse con sencillez, en los hogares de los creyentes, sin vestidos clericales, con pan y vino simplemente y seguida de una comida fraternal en señal de compañerismo. En cuanto al bautismo, debía ser únicamente para adultos convertidos y regenerados espiritualmente, sin ningún carácter sacramental.[7]

Las críticas de Grebel y Manz, especialmente al bautismo infantil, resultaron en un debate público que se celebró en Zürich el 17 de enero de 1525, en el que Zwinglio defendió esta forma de bautismo basándose en las Escrituras y la tradición eclesiástica, mientras que sus excompañeros hicieron lo propio con el de creyentes, basándose únicamente en las Escrituras. En espera del resultado del debate, algunos padres habían aplazado el bautismo de sus hijos, pero las autoridades cantonales ordenaron bautizarlos después del mismo, prohibiendo al mismo tiempo a Grebel y Manz hablar más sobre este asunto. La orden de bautizar a los niños pareció a los Hermanos suizos una contradicción de las enseñanzas bíblicas, y decidieron reunirse en la casa de Manz la tarde del 21 de enero de 1525. En este encuentro, Grebel bautizó a Blaurock por afusión a petición de éste, y seguidamente fueron bautizados de la misma forma los demás asistentes a la reunión. Nacía el movimiento anabautista en un acto espontáneo, pues los Hermanos no habían decidido de antemano proceder de esta manera. Así, nació una nueva hermandad, una iglesia independiente del Estado, lo cual representó una ruptura con la cristiandad medieval.

Los Hermanos suizos celebraron reuniones durante la semana siguiente en Zollikon, en la orilla oriental del lago de Zürich. En St. Gall, Grebel bautizó el 9 de abril de 1525 a una multitud de conversos en el río Sitter. Durante los primeros días de labor misionera en este cantón suizo fueron bautizadas más de quinientas personas.[8] Al principio, Zwinglio trató de negociar con los Hermanos suizos, sin éxito, y cuando el movimiento anabautista comenzó a crecer el gobierno de Zürich, después de aplicar otras medidas represivas, como multas, destierro y prisión, decretó la pena de muerte para los culpables de anabautismo. Félix Manz fue ahogado en el río Limmat el 5 de junio de 1527 y Grebel no corrió idéntica suerte porque había muerto a causa de la peste en el verano de 1526. Así empezaron las persecuciones que terminaron con las vidas de miles de anabautistas en toda Europa hasta bien entrado el siglo XVIII, tanto a manos de católicos como de protestantes, que rescataron un antiguo decreto romano contra los donatistas, acusados igualmente de rebautismo. Tan intensa fue la persecución en algunos lugares, que los anabautistas fueron totalmente aplastados, como ocurrió en la provincia alemana de Baden. En 1525, había en esta provincia entre 200 y 300 anabautistas. Después de treinta años de severa persecución por parte de las autoridades alemanas, el testimonio anabautista fue arrasado por completo.

La persecución no hizo sino reafirmar las convicciones doctrinales de los Hermanos suizos que, al ser perseguidos y expulsados de Zürich iniciaron una labor misionera por ciudades y pueblos que produjo nuevas adhesiones al movimiento. Los Hermanos se refugiaron en otras zonas de Suiza, especialmente en los valles alpinos. Tuvieron lugar debates con anabautistas en Basilea, Berna, Zofingen y Aargau, y muchos sufrieron el martirio en estas ciudades. La región de Chur, en los Grisones, se convirtió en un importante centro de predicación anabautista. Los Hermanos suizos conocieron un cisma en 1693, que dio origen a los "amish", rama estricta del anabautismo. Cuando Federico III, elector del Palatinado, hizo en 1559 del calvinismo la religión oficial de su estado, numerosos anabautistas suizos se establecieron allí para gozar de su protección.

El movimiento anabautista se extendió por Alemania, los Países Bajos, Moravia y Bohemia, adoptando diversas formas y nombres: los Hermanos bohemios y los huteritas, desde 1526, representados por Baltasar Hübmaier, Hans Hut (¿-1527) y Jacob Hutter (¿-1536); los Hermanos de Alemania, a partir de 1526, con líderes como Michael Sattler (¿-1527) y Pilgrim Marpeck (1495?-1556), o los Hermanos de los Países Bajos y los menonitas, representados por Obbe Phillips (c.1500-1568), Dirk Phillips y Menno Simons (1496-1561).

4. OTRAS EXPRESIONES DE LA REFORMA RADICAL

Además de su expresión evangélica, el anabautismo del siglo XVI tuvo otras manifestaciones, como: 1) los contemplativos, que rechazaban la violencia y el espíritu revolucionario, y eran quietistas.[9] Despreciaban todo lo externo e institucional, tenían cierta tendencia antitrinitaria y matices universalistas en su soteriología. Su principal representante fue Hans Denck (c.1497-1527),[10]; 2) los espiritualistas, para quienes el Espíritu Santo, y no la Biblia, constituía la autoridad máxima. Representantes de esta corriente fueron los llamados “profetas de Zwickau” (Nicols Storch, Mark Stübner y Thomas Drechse, los tres fallecidos en la guerra del campesinado en 1525, Andreas Bodenstein von Carlstadt (c.1477-1541) -colega de Lutero en Wittenberg-, Thomas Müntzer, ya mencionado, Melchior Hoffmann (1493-1543), Jan Blukelssen de Leyden (m. 1535), Jan Matthys (m. 1535), Kaspar von Ossig Schwenckfeld (1489-1561), que dio nombre a sus discípulos, los schwenckfelditas, y los místicos Valentin Weizel y Sebastian Franck (1499-1542); 3) finalmente, los racionalistas, que tenían en la piedad natural y la razón sus bases de autoridad, y aun la propia Biblia estaba sometida a éstas. Su doctrina cardinal fue el antitrinitarismo. Entre sus principales representantes se cuentan Miguel Servet (1511-1553), Bernardino Ochino (1487-1564), Sebastián Castelio (1515-1563), Jorge Biandrata (1516-1588) y Fausto Socinius (1539-1604).

5. LA CONFESIÓN DE SCHLECTHEIM (1527)

La Reforma radical no produjo teólogos renombrados, porque la prioridad de los que la protagonizaron fue siempre sobrevivir en medio de las adversidades que se abatieron sobre ellos, lo que impidió que se dedicaran a una reflexión teológica sistematizada. Así, se centraron en una teología práctica, en el desarrollo de la vida cristiana, por lo que sus escritos tienen un contenido más práctico que teológico. Para la teología clásica, dependían de la teología reformada. La Confesión de Schlectheim es el primer tratado comunitario donde se expone la teología anabautista, si bien en 1524 Baltasar Hübmaier había escrito un tratado titulado Dieciocho disertaciones concernientes a la totalidad de la vida cristiana, y en qué consisten.

La confesión de Schlectheim fue redactada probablemente por Michael Sattler, mártir anabautista en 1527, y aceptada por una asamblea representativa de anabautistas alemanes en Schlatten el 24 de febrero de 1527. Esta confesión tiene como contenido los puntos donde los anabautistas difieren de la teología reformada clásica: el bautismo de creyentes; la disciplina de la iglesia sin intervención estatal; la Santa Cena en el significado simbólico de los elementos, de acuerdo con la postura de Zwinglio; separación del cristiano de lo mundano; el pastor sostenido por la iglesia local, y no por el Estado; prohibición del juramento; y abstención de toda forma de violencia, pacifismo. Estas y otras enseñanzas cardinales del anabautismo evangélico fueron recogidas en sucesivas confesiones de fe, siendo las más importantes La disciplina de la iglesia (1527), Ridemann´s Rechenschaft (1540), La confesión de los Waterland (1580) y La Confesión de Dordretch (1632).

En conclusión, aunque existieron varias ramas en la Reforma radical, en su conjunto coincidieron en una ruptura radical con el modelo de cristiandad medieval, porque rechazaron las mismas bases de esta: la jerarquía eclesiástica, la dominación de los laicos por los clérigos, la falta de celo misionero, la conformidad con la sociedad corrupta, el uso de la violencia, el bautismo infantil y la membresía automática que conllevaba y el concepto mágico del poder de los sacramentos.

Julio Díaz Piñeiro
Rector Facultad de Teología UEBE
Alcobendas (Madrid), 2025

***

BIBLIOGRAFÍA         

Anderson, Justo. Historia de los bautistas, tomo II. El Paso, TX: Casa Bautista de Publicaciones, 1990. 

Bainton, Roland. The Journal of Religión, XXI, 1941, 2.

Blanke, Fritz. Hermanos en Cristo. Zurich: Zurich Press, 1955.

Estep, William R. Revolucionarios del siglo XVI. Historia de los anabautistas. El Paso, TX: Casa Bautista de Publicaciones, 1975.

Friedmann, Robert. Teología del anabautismo. Una interpretación. Guatemala: Ediciones Semilla, 1998.

García Ruíz, Máximo. Los bautistas en España. Pastoral desde una perspectiva histórica.  Salamanca: Universidad Pontificia de Salamanca, 1988.

________. Recuperar la memoria. Espiritualidad protestante. Madrid: Consejo Evangélico de Madrid, 2007. 1ª edición.

Rauschenbusch, Walter. The American Journal of Theology, 1905, IX.

VV.AA. Selecciones Teológicas Anabautistas.  Scottdale, PA: Herald Press, 1985.

Vedder, Henry. Breve historia de los bautistas hasta 1900. El Paso. TX: Casa Bautista de Publicaciones, 1940.

Wenger, John Christian. Compendio de historia y doctrina menonitas. Buenos Aires: Editorial La Aurora, 1960.      

Yoder, John H. Textos escogidos de la reforma radical. Buenos Aires: Editorial La Aurora, 1976.

***

Referencias:

[1] R. Bainton, The Journal of Religión, XXI, 1941, 2:124-134.

[2] W. Rauschenbusch, The American Journal of Theology, 1905, IX, 91-106.

[3] Máximo García Ruiz, Recuperar la memoria (Madrid: Consejo Evangélico de Madrid, 2007. 1ª edición), 187.

[4]Justo Anderson, Historia de los bautistas, tomo II (El Paso, TX: Casa Bautista de Publicaciones, 1990), 21-23; J. H. Yoder, Textos escogidos de la Reforma radical (Buenos Aires, La Aurora, 1976), 39-46.

[5] W. R. Estep, Revolucionarios del siglo XVI. Historia de los anabautistas (El Paso, Tx.: Casa Bautista de Publicaciones, 1975; H. Vedder, Breve historia de los bautistas hasta 1900 (El Paso. Tx.: Casa Bautista de Publicaciones, 1940).

[6] Yoder, 131.

[7] Yoder, 131ss.

     [8]Estep, 36

[9] El quietismo preconiza la completa pasividad, en la cual la voluntad es destruida y el creyente se ve completamente lleno de Dios mismo. Para lograr tal estado, recomienda un proceso mental que tiene como meta un reposo perfecto en la presencia de Dios.

[10] Yoder, 205ss.

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