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APRENDER A DESAPRENDER / por JUAN MANUEL QUERO

Los evangélicos también creen en la Virgen María

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"María halló gracia porque Dios le dio el privilegio de ser la madre de Jesús, y esto supuso que fuese muy favorecida, porque ella abrió el corazón a Dios. María no fue tratada como una diosa, ni ella buscaría privilegios de este tipo..."

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Estatua de la Virgen María / Imagen de Albrecht Fietz en Pixabay

(JUAN MANUEL QUERO, 02/10/2024) | Son muchas personas, las que piensan que los evangélicos o protestantes no creen en la Virgen María, pero esto no es cierto. Sí es verdad, que al igual que no adoramos a los santos, tampoco adoramos a la Virgen.

Esto no debe suponer ningún tipo de sorpresa para los que se engloban más bajo las enseñanzas de la Iglesia Católica, pues esta enseñanza es también aceptada por ellos, reconociendo que la adoración ha de ser solamente a Dios. Pero, somos conscientes de que sí permiten una «hiperdulía», que es un tipo de veneración a la Virgen María. Esto ya lo vimos en una reflexión anterior sobre los santos, pero, hay que hacer ver que aquellos que adoran imágenes, santos o vírgenes, difícilmente van a pensar en estos matices, los cuales, como ya dijimos, tampoco aceptamos los evangélicos.

Hay que recordar que en la Biblia no se halla base alguna para sustentar la adoración a la Virgen María. Tengamos en cuenta que los historiadores documentan una importante relación entre la diosa Venus y la Virgen María en el origen de este tipo de adoración. Esto es algo que comienza a manifestarse a partir del siglo IV, tiempo en el que el emperador Teodosio constituye en el Imperio Romano el cristianismo como única religión oficial, según nos consta en el Edicto de Tesalónica del 27 de febrero de 380. Hasta ese tiempo existieron muchos templos de la diosa Venus, y su adoración e importancia fue sustituyéndose por la Virgen María. Los templos se convertirían en Iglesias que exaltaban a la Virgen María, tal como comenta el historiador Rafael María Molina[1].

Así se iría fraguando el culto católico a María. En el Concilio de Éfeso (431), se debatiría el asunto de la virginidad de María y su condición de Madre de Dios, asumiendo esto último como conclusión del debate («theotokos», en lugar de «khristotokos»).

Siendo muy concisos, ya que el tema es muy amplio, solamente mencionaré los dogmas y enseñanzas que existen en el ámbito católico y que imprimen un tipo de devoción entre los que se alinean bajo esta influencia. Los dogmas son: 1) la virginidad de María como condición perpetua; 2) María Madre de Dios; 3) la Inmaculada Concepción, que hace referencia al nacimiento sin mancha de María, promulgado por Pio IX (1854); 4) la Asunción Corporal de María (Pío XII, 1950).

Además, existen también lo que se conoce como las Tesis Marianas: María es corredentora con Cristo, mediadora, dispensadora de todas las gracias, reina del cielo y prototipo o madre de la iglesia[2]. El Segundo Concilio Vaticano trató este tema con bastante profundidad, pero, poco se añadió a la línea preconciliar existente, fortaleciéndose la idea de María como prototipo o Madre de la Iglesia, con todo lo que ello implicaría.

La mariología tendrá un apartado muy desarrollado en la Teología Católica, aunque también es cierto que existen controversias entre los mismos teólogos católicos. Pese a que el famoso teólogo protestante, Karl Barth, asegurara que la mariología estaba sentenciada a muerte, lo cierto es que no ha sido así, y que el fervor marcado por la devoción popular ha alimentado todo ello. Multitudes de imágenes de todo tipo, pinturas y esculturas de la Virgen María llenan los pueblos y las iglesias. Son mujeres con caras diferentes, que suelen responder también a la imaginería de los artistas, que en muchos casos siguen las facciones de las modelos que han colaborado para este propósito.

Otro fenómeno social en las culturas de influencia católica, es la constitución de las vírgenes que ostentan un patronazgo sobre alguna ciudad o sector social. Por poner algunos ejemplos, podríamos pensar en algunas ciudades de España, aunque igualmente podríamos verlo en muchos países, especialmente en Latinoamérica, donde lugares como México destacan de forma especial. En Madrid, la Virgen de la Almudena; en Barcelona la de la Mercé, aunque, anteriormente era Eulalia, y como suele llover este día, se dice, que son las lágrimas de la Virgen Eulalia, que llora por olvidarse de ella, y ser sustituida por la Mercé; en Málaga, la Victoria; en Granada, las Angustias, etc. Pero, igualmente, podríamos ver esto por oficios o en ámbitos diferentes, como la Virgen del Carmen patrona de los marineros, cuyas procesiones, de interés turístico, destacan por los cánticos, y paso por las playas, por tierra y mar. Son multitud de celebraciones marianas e iglesias que se levantan con el nombre de las «vírgenes marías».

¿Cuál es la postura del pueblo evangélico o protestante al respecto de todo lo indicado sobre la Virgen María? Seguimos con la misma metodología para llegar a las conclusiones de nuestra fe al respecto, es decir, el análisis de lo que la Biblia enseña. ¿Qué enseña el Evangelio sobre esto? Incluso podríamos acercarnos a lo que la misma virgen María dice de sí misma. El pueblo evangélico en general no puede aceptar ni los dogmas ni las tesis mencionadas sobre la Virgen María por entender, no solamente que no tienen base bíblica, sino que en la mayoría de los casos son contrarias a lo que enseña el Evangelio.

María fue una mujer ejemplar y digna de imitar, que nos dejó enseñanzas muy importantes para nuestras vidas. Ella, siendo virgen, concibió por obra y gracia del Espíritu Santo (Mateo 1:18). Si bien el evangelio de Mateo nos dice que María concibió antes de juntarse con José, es porque posteriormente se juntó con José. Además, el evangelio de Mateo utilizará el terminó «conocer», que es un verbo que en griego conlleva la idea de tener relaciones sexuales, que son normales en una pareja que viven casados: «Pero no la conoció hasta que dio a luz a su hijo primogénito; y le puso por nombre Jesús.» (Mateo 1:25). Ella fue la madre de Jesús, no de Dios, ya que Dios no fue creado, ni tiene madre: «Antes que naciesen los montes y formases la tierra y el mundo, desde el siglo y hasta el siglo, tú eres Dios.»  (Salmo 90:2). En ello podemos ver, no solamente la concepción milagrosa de María para quedarse embarazada, sino también la importancia de que una madre también conciba los planes de Dios, que en definitiva son milagrosos y transforman el mundo.

El motivo por el que fue reconocida como bienaventurada tiene que ver con esto, es decir, porque tuvo fe: «Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve.  Porque por ella alcanzaron buen testimonio los antiguos» (Hebreos 11:1-2). La Biblia nos habla de otras muchas personas que son bienaventuradas, como vemos en el evangelio de Mateo, en su capítulo 5.

María sería la primera madre del mundo que entregará su vida a Jesús, siendo salvada por la gracia de Dios: «Y mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador» (Lucas 1:47). María invocaría el nombre del Señor para su salvación como dice el libro de Hechos 2:21, «Y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo». Necesitamos madres que invoquen el nombre del Señor, y que puedan experimentar esa salvación que transforma y que bendice a la familia. María fue una mujer especial por ser la madre de Jesús, y merece todo nuestro respeto y honores. Ella estuvo junto a la cruz, al igual que el apóstol Juan, cuando Jesús entregaba su vida por todos. Ella, estuvo orando junto a otros discípulos y los hermanos de Jesús el día de Pentecostés. En el pasaje que se conoce como el Protoevangelio (Génesis 3:15), ya se profetiza que el Mesías nacería de mujer, haciendo referencia a este gran acontecimiento.

El cristianismo concuerda en términos generales, que en Jesús hay dos naturalezas, lo que en teología se conoce como la naturaleza teantrópica, naturaleza humana y divina. Como madre de Jesús hombre, busca la voluntad de Dios, dándonos un mensaje de mucha importancia. En el pasaje de Lucas 1:39-56, María eleva un cántico que se conoce como el «Magníficat». Este nombre está tomado de la primera palabra del cantico de María: «Engrandece»; ya que como respuesta a su parienta Elísabet, glorifica a Dios.

María no era una diosa, era una madre, y antes de conocer lo que supondría el poder de Dios, haciéndose efectivo en la venida del hijo que iba a tener, podría sentirse sucia e incompetente: «Entonces María dijo:  Engrandece mi alma al Señor; Y mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador. Porque ha mirado la bajeza de su sierva; pues he aquí, desde ahora me dirán bienaventurada todas las generaciones» (Lucas 1:46-48). Lo Santo, ha de producir en nosotros ese sentido de necesidad para depender de Dios; este es un principio fundamental para ser una buena madre. Un ángel de Dios le hace el anuncio, pero además le plantea que Dios está con ella, que el Espíritu Santo ha de producir un milagro porque vendría el Salvador a través de ella. Ella sirvió a Dios ajustando su vida a los planes redentores de Cristo, pero, como en la bodas de Caná de Galilea, nos invita a todos a hacer siempre lo que Jesús nos diga: «Haced todo lo que él os diga» (Juan 2:5).

Juan Manuel QueroMaría halló gracia porque Dios le dio el privilegio de ser la madre de Jesús, y esto supuso que fuese muy favorecida, porque ella abrió el corazón a Dios. María no fue tratada como una diosa, ni ella buscaría privilegios de este tipo; incluso, Jesús hace ver, que su familia carnal, es decir, sus hermanos, sus hermanas y su madre, no tendrían unos favores que no fuesen ofrecidos igualmente a aquellos que forman parte de la familia de la fe: «[…] Porque todo aquel que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos, ese es mi hermano, y hermana, y madre.»  (Mateo 12:46-49; Hechos 1:13, 14).

** Notas:

[1] Cf. Javier Navascués Pérez. «La Virgen María aplastó a la diosa Venus». En: «Infocatólica».  [En Línea]. Disponible en: https://www.infocatolica.com/blog/caballeropilar.php/2306060540-la-virgen-maria-aplasto-a-la [Consultada el 21 de julio de 2024].

[2] Cf. Stephen Benko. Los Evangélicos, los Católicos y la Virgen María. El Paso, Texas, EE. UU. de A.: Casa Bautista de Publicaciones. Tercera Edición, 1989, p. 47

Autor: Juan Manuel Quero Moreno


© 2024. Este artículo puede reproducirse siempre que se haga de forma gratuita y citando expresamente al autor y a ACTUALIDAD EVANGÉLICA. Las opiniones de los autores son estrictamente personales y no representan necesariamente la opinión o la línea editorial de Actualidad Evangélica.

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