OPINIÓN / POR MÁXIMO GARCÍA RUIZ
Liturgia y emociones
"La liturgia es una herramienta necesaria para transmitir cualquier tipo de mensaje, y puede afirmarse que aún en los casos en que se reivindica la falta de liturgia, esa actitud es ya, en sí misma, un tipo de liturgia..."
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(Redacción, 29/08/2024) Para introducirnos en el término nos acogemos a la definición más laica que hemos encontrado. Así, pues, liturgia es el orden y forma con que se llevan a cabo las ceremonias de culto en las distintas religiones.
Existen verdaderos tratados sobre este tema que nosotros vamos a obviar, pero sin olvidar que no sólo las “ceremonias de culto” sino en cualquier tipo de ceremonia, la liturgia que se utilice (aunque se denomine con términos diferentes) es una forma de transmitir un mensaje, de ahí la importancia que encierra cómo proyectan sus actividades culticas las diferentes confesiones religiosas.
Simplificando mucho, en el cristianismo hay dos formas de liturgia, la desarrollada en las iglesias conciliares (ortodoxas y la católico-romana) y las que se utilizan en las tradiciones de la Reforma protestante, distinguiendo entre la Reforma magisterial y la Reforma radical. La Iglesia anglicana queda a mitad de camino entre las tradiciones de Roma y la Reforma magisterial.
Podríamos hacer otro tipo de distinción. Las iglesias conciliares apoyan sus servicios religiosos fundamentalmente en los símbolos y promueven las emociones, mientras que las reformadas ponen su énfasis en la palabra, tanto la Palabra referida a la Biblia como la palabra expresada en el sermón y promueven el respaldo de la razón a sus argumentos; es decir, sus mensajes suelen estar muy bien fundamentados teológicamente, pero descuidando en buena medida las emociones.
Una reflexión más, en este caso referida a las iglesias que, dentro del protestantismo, cobran un sello especial, distintivo. Nos referimos a los movimientos pentecostales y/o carismáticos, tal vez el fenómeno cristiano contemporáneo, en proceso creciente, de mayor relevancia en los siglos XX y XXI.
Las comunidades que integran este o estos movimientos de signo pentecostal, plurales en sí mismos, introducen en sus servicios religiosos un tipo de liturgia (para algunos la falta de liturgia) que ofrece una comunicación más personalizada, en la que, dejando en un segundo término el razonamiento riguroso, incluso la armónica estructura de los sermones, tratan de estimular los sentimientos, incitando las respuestas emocionales en sus oyentes; tienden a conectar más con el corazón que con la mente.
Ese tipo de liturgias desarrollado en sectores pentecostal-carismáticos hace recaer el peso de la celebración en el oficiante, cuyo objetivo es captar la total atención del creyente utilizando recursos de oratoria ad hoc, con el fin de que se establezca y desarrolle ese vínculo emocional entre ambos. En ese sentido, los movimientos pentecostales se convierten, posiblemente sin ellos pretenderlo, en una respuesta emocional al secularismo racional surgido en las sociedades democráticas modernas, resultado del proceso de independencia y autonomía de esa sociedad secular con respecto al histórico liderazgo social de la religión.
En definitiva, la liturgia es una herramienta necesaria para transmitir cualquier tipo de mensaje, y puede afirmarse que aún en los casos en que se reivindica la falta de liturgia, esa actitud es ya, en sí misma, un tipo de liturgia.
La liturgia es, por consiguiente, un elemento necesario para transmitir mensajes, despertar adhesiones y provocar emociones. El liturgo, con la palabra (sea ésta en mayúscula o en minúscula), y la reflexión razonada o mediante el estímulo de emociones, es el encargado de gestionar el alcance del acto que dirige. Con frecuencia de forma inconsciente, con el ejercicio de su actividad conducirá a la congregación a una u otra experiencia, bien despertando emociones o bien afianzando creencias. Y sí, efectivamente, al igual que el lector avispado, igual es tan genial comunicador que consigue los dos objetivos.
Autor: Máximo García Ruiz. Agosto 2024 / Edición: Actualidad Evangélica
© 2024- Nota de Redacción: Las opiniones de los autores son estríctamente personales y no representan necesariamente la opinión o la línea editorial de Actualidad Evangélica.
*MÁXIMO GARCÍA RUIZ, nacido en Madrid, es licenciado en Teología por la Universidad Bíblica Latinoamericana, licenciado en Sociología por la Universidad Pontificia de Salamanca y doctor en Teología por esa misma universidad. Profesor de Historia de las Religiones, Sociología e Historia de los Bautistas en la Facultad de Teología de la Unión Evangélica Bautista de España-UEBE (actualmente profesor emérito), en Alcobendas, Madrid y profesor invitado en otras instituciones. Pertenece a la Asociación de Teólogos Juan XXIII. Ha publicado numerosos artículos y estudios de investigación en diferentes revistas, diccionarios y anales universitarios y es autor de 31 libros y de otros 14 en colaboración, algunos de ellos en calidad de editor.
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