LA HISTORIA DE LA IGLESIA A TRAVÉS DE LOS AVIVAMIENTOS - POR JUAN MANUEL QUERO
Las huellas de Dios en la Posmodernidad: La ética y el sentimiento cristiano
Mural «Los amantes del móvil» de Banksy. Imagen: banksy.co.uk. Una de las caricaturas, entre innumerables ejemplos de la Postmodernidad. ¿Qué debería iluminar nuestros rostros, en este tiempo?: «La ética y el sentimiento cristiano». Juan Manuel Quero
(JUAN MANUEL QUERO, 17/08/2023) | La Posmodernidad, como etapa histórica que se inicia en el período finisecular del siglo XX, dejará de ser lineal en la secuencia historicista, como también lo expresará el arte, para convertirse en algo sinuoso e incierto que lo aceptará todo y lo rechazará todo, después de darle forma a lo que le interesa.
El «post» parece una despedida de la «Modernidad», pero, en realidad es como una «antimodernidad»; la decepción de lo racionalmente moderno. Su definición exacta es aún difusa y está en proceso.
Una ética posmoderna
El sociólogo y filósofo polaco, Zygmunt Bauman (1925-2017) ante toda esta realidad presentará lo que él denominaría como «Modernidad Líquida». Con este concepto se presentará una sociedad posmoderna que no tiene una forma sólida, sino flexible, cambiante, efímera, donde es difícil que alguien se comprometa a largo plazo. La cultura del consumismo se ha impuesto como algo que es «para usar y tirar». En palabras de Bauman: «La vida líquida es una sucesión de nuevos comienzos con breves e indoloros finales».
Cuando esto es así, ya se acuñan otros términos cuando los primeros aún no han dejado una perspectiva suficiente para constatar su trascendencia histórica. Se habla de «Metamodernidad» como una reflexión entre lo Moderno y lo Posmoderno, valorando la transición iniciada; y abriendo otra vertiente que se conocerá como «Ultramodernidad». Como afirmará José Antonio Marina, refiriéndose a la ultramodernidad, esta supondrá una reconstrucción de valores donde se tendrá en cuenta la forma de salir del problema presente que nos envuelve. Es una apuesta por una nueva ética de acción donde se tiene en cuenta la realidad de «las generaciones punto.com»[1].
Todo esto, y al hilo de lo que se ha comentado anteriormente, nos lleva a un planteamiento ético que puede ser aceptado o rechazado. Una ética normativa donde muchas personas corruptas e injustas se colocan en el nivel de juzgar y aplicar dicha doctrina ha de dar paso a otro tipo de ética que se conforma de principios más abiertos para dar lugar a las nuevas realidades.
Esta ética sería la que algunos llaman «una ética de brújula para la vida moral», que ayude siempre a señalar el norte. Esta orientación puede y ha de darse, como cristianos y desde la perspectiva de la voluntad de Dios; es decir, en todos esos principios que encontramos en la Palabra de Dios. Estos son los que liberan y abren nuevos caminos en las actuales encrucijadas que marcan la ultramodernidad.
No es algo matemático, y las antípodas están en el fariseísmo, que intenta desde la hipocresía de la perfección juzgar y condenar a otros, aplicando normas doctrinales y morales que tienen un sentido diferente cuando es a uno mismo que se imponen dichos criterios. La ruptura de todo tipo de ética de la posmodernidad produce la necesidad de una nueva ética ultramoderna para poder salir de los efectos de maldad que siguen latentes en el mundo.
La tolerancia de todo lo que parece anular cualquier ética, se confronta con una cuestión difícil: ¿cómo tolerar la intolerancia? La necesidad de ser desatado de la esclavitud de la maldad (pecado) hace necesaria un tipo de ética. El Evangelio es ética, pero no como un conjunto de normas, como la misma Biblia recogerá sobre los religiosos coetáneos a Jesucristo, sino que será el «Logos» la Palabra Viva, que guía y libera con los principios necesarios acordes a la voluntad de Dios.
«Neorromanticismo» y cristianismo
La nueva era digital o cibernética con las redes sociales e Internet, además de todos los medios de comunicación, nos fortalece más en un mundo hiperconectado y globalizado. Todo es prácticamente supersónico. La inmediatez en la comunicación y las nuevas aplicaciones de la inteligencia artificial (GPT) van a producir una historia, una forma de narrarla, casi del presente. Esto generará una serie de evidentes ventajas, pero esto también planteará el problema de una ocupación excesiva para vivir al ritmo de esta velocidad impuesta por las nuevas tecnologías. La filósofa argentina, Esther Díaz, sostendrá que la posmodernidad es un choque entre el mundo de la tecnología sofisticada que nos rodea y los discursos heredados de épocas pasadas como el romanticismo y el racionalismo[2].
«Al creyente actual le gusta experimentar emoción al orar, al celebrar culto, al escuchar el mensaje, al partir el pan o al cantar. “Notar la presencia de Dios” se ha convertido en el deseo que ha desplazado a la fe más intelectualizada de la M. [Modernidad]. Como afirma Equiza “el Dios de los místicos tendría más acogida en el mundo postmoderno que el de los teólogos y de los filósofos»[3].
En esta relevancia de los sentimientos y de las emociones podemos estar hablando de este «neorromanticismo» citado, que no está tan determinado por la muerte, sino por la resurrección, por una nueva vida que para el cristianismo evangélico es clave. La cuestión es que la resurrección también produce emoción; el propósito no es buscar los sentimientos, pero sí sentir lo que es importante, la nueva vida en Cristo que se experimenta y tiene sus efectos también en los detalles de la vida.
El cantante ubetense Joaquín Sabina, en su canción «Calle Melancolía», expresa muy bien ese sentimiento que afecta a la posmodernidad, como podemos ver en la letra de esta composición: «Vivo en el número siete, calle Melancolía. Quiero mudarme hace años al barrio de la alegría. Pero siempre que lo intento ha salido ya el tranvía y en la escalera me siento a silbar mi melodía». Esta decepción que se canta y expresa, revela que este es un tiempo de dar una respuesta en el nombre de Cristo.
Sin embargo, el Evangelio es también para este tiempo. El gran relato de la Redención se convierte en un microrrelato, que se hace grande cuando «toca el corazón de las personas de forma individual». Lo intangible de lo más alejado por su gran dimensión, se hace pequeño y cercano al hombre y a la mujer, y esto supone un gran relato por ser necesario, actual, oportuno, práctico y personal. El Dios todopoderoso, se presenta en la Biblia como un niño que nace en un establo, que se llamará Jesús, es decir Salvador; pero, también Emanuel, es decir, Dios con nosotros.
Creo que son muy acertadas las palabras del joven escritor Lucas Magnin, cuando en su libro sobre cristianismo y posmodernidad, dice lo siguiente:
Lo cierto es que la desconfianza en la validez de los grandes relatos es también una actitud profundamente cristiana: es una protesta contra la idolatría de adorar proyectos humanos. Se me ocurre pensar que es Dios mismo quien despierta estos giros bruscos de la historia para sacudir nuestra fe y volver nuestros ojos a Él. Cuando todo cambia y nos encontramos desnudos ante un mundo caótico, estamos en una posición mucho más adecuada para destruir los dioses que creamos a nuestra imagen y semejanza. Es allí donde conocemos al Dios desconocido, a ese que tenemos miedo de descubrir. Hegel dijo que “cada uno es, sin más, hijo de su tiempo”. La iglesia de hoy no puede seguir anclada a los argumentos, rituales, formas y estrategias que le sirvieron en un tiempo pasado. Nuestra confianza no está puesta en esas cosas sino en nuestro Señor Jesús [...] [4]
Detrás del gran relato de la crucifixión de Jesús, estará la redención que opera en los detalles de la vida de una persona; en la liberación de un insignificante pecador, que para Dios es como «la niña de sus ojos». Junto al gran mensaje cristiano de la resurrección de Jesús, estarán muchos microrrelatos, como el de María Magdalena, identificada como una mujer pecadora de la que fueron expulsados 7 demonios, y que se podría identificar con las mujeres sin nombre que eran consideradas adúlteras o mediatrices, pero que Jesús perdonó y liberó.
María Magdalena, no era la teóloga o la religiosa de prestigio, sino una pecadora liberada que es nombrada en todos los evangelios de la Biblia, tanto en lo sinópticos como en el del apóstol Juan, como quien fue testigo de la tumba vacía. Según el apóstol Juan, fue la primera en proclamar el mensaje más importante del cristianismo, el de la resurrección. Lo hizo a los mismos apóstoles: «Jesús le dijo: No me toques, porque aún no he subido a mi Padre; mas ve a mis hermanos y diles: Subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios. Fue entonces María Magdalena para dar a los discípulos las nuevas de que había visto al Señor, y que él le había dicho estas cosas» (Juan 20:17-18).
El muy conocido teólogo protestante Karl Barth (1886-1968), desarrollará en su «dogmática eclesial», que se compone de catorce tomos, con más de diez mil páginas, algo que no es tan complicado de entender, a pesar de ser una obra muy voluminosa, y que es plenamente vigente: Dios es Dios, pero lo es para el mundo, pues el mundo, es el mundo, pero amado por Dios. Este mundo se encuentra con Dios en su Palabra, Jesucristo. Efectivamente la proclamación del evangelio, en este mundo ultramoderno, ha de enfatizar que la meta de las personas no es la muerte, sino la resurrección.
Esto también se hace cotidiano en lo que hay que afrontar cada día. Por ello Barth propondría que para dar una palabra de aliento habría que tener la Biblia en una mano y el periódico en la otra. Él mismo destacará la importancia de presentar como la meta, no la muerte sino la resurrección, en medio de un mundo que mira la muerte como el fin de todo.
Cuando todo esto lo trasladamos a nuestro presente con sus necesidades podemos también hacernos algunas preguntas como las siguientes: ¿Cómo puede afectar a los cristianos la «cultura líquida» de la posmodernidad? ¿Qué nuevos valores pueden definir una «ética de brújula» basada en la Biblia?
*** Notas:
1 Cf. Sabas Martín. «La Ultramodernidad: un sistema crítico para el humanismo». Entrevista a José Antonio Marina. [Consultada 09 de abril 2022]; José Antonio Medina. Crónicas de la ultramodernidad. Barcelona: Editorial Anagrama, 2020.
2 Cf. Esther Díaz. «Posmodernidad y vida cotidiana». [Consultada el 09 de abril de 2022].
3 Antonio Cruz. PostModernidad: El evangelio ante el deseo del bienestar. Terrassa (Barcelona): Editorial Clie, 1997, pp. 179, 180.
4 Lucas Magnin. Cristianismo y Posmodernidad: La rebelión de los santos. Viladecavalls (Barcelona): Editorial Clie, 2018, pp. 30-31.
Autor: Juan Manuel Quero Moreno
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