LA HISTORIA DE LA IGLESIA A TRAVÉS DE LOS AVIVAMIENTOS - POR JUAN MANUEL QUERO
Consolidación de Las huellas de Dios en la Posmodernidad: Las cosas cambian
"La fe convive con su entorno, que la reta y transforma; y en este caso será un entorno no visto antes..."
Los murales o grafitis realizados con plantillas del polémico y antibelicista Banksy, puede reflejar el sentido tan latente en este tiempo posmoderno. Se trata de una protesta ante la injusticia social y las realidades que afectan este tiempo. «La Mona Lisa con bazuca» de Banksy se inspira en una de las pinturas más representativas de la Edad Moderna, pero, con los auriculares que aíslan de la necesidad existente, y que le permite indoloramente portar una bazuca para matar. Asimismo, y entre estas situaciones bélicas, encontramos ese grafiti de una niña desolada y sentada con un claro mensaje «No Future», es decir «No hay futuro». Aunque la niña hace de la «O» del «NO» un tipo de globo que intenta sujetar. Una de las pinturas más famosas de Banksy sería «Niña con Globo». Destaca ese globo de color rojo que se escapa, pero con una inscripción en el mismo y en la pared: «There is always hope», es decir, «Siempre hay esperanza». «Los amantes del móvil» recoge también la influencia de las nuevas tecnologías en las relaciones humanas, afectando esto en la falta de comunicación interpersonal. Todo esto nos ilustra parte de lo que se vive en un mundo posmoderno, que más que «pos» es «anti-modernidad», con todo lo que ello implicará.
(JUAN MANUEL QUERO, 06/07/2023) | El siglo XX fue también el escenario de las guerras más dañinas de la historia, como sería La Gran Guerra o La Primera Guerra Mundial (1914-1918) y la Segunda Guerra Mundial (1939-1945).
Pero, estas grandes guerras estarían seguidas de otras guerras intestinas o civiles, además de la «Guerra Fría» que se iniciará a finales de la Segunda Guerra Mundial (1945) hasta la caída del muro de Berlín (1989), con la descomposición de la URSS (1991) y la declaración de las repúblicas independientes como países soberanos.
Todo ello, en la efervescencia de una desconfianza latente y permanente y con la amenaza de una guerra nuclear. Se habían formado dos bloques de confrontación constante en el mundo. El comunismo y el capitalismo supondrían un entramado que iría mucho más allá de lo ideológico, pues comprendería una serie de intereses enfrentados que llevarían a alianzas y revoluciones.
Las guerras del siglo XX dejaron más de 110 millones de muertos; con sus dos bombas nucleares y el Holocausto, destacando Auschwitz. Genocidios en muchos lugares, como el armenio (1915); el «holdomor» en Ucrania (1932-1934); y otros más recientes, como el de Camboya (1975-1979) o el de Ruanda (1994), entre otros. En el siglo XXI seguirán otras guerras civiles y atentados terroristas, como los del del «11 S» de 2001 en Nueva York; del «11 M» del 2004 en Madrid; o de «14 N» de 2015 en París.
Además de otros terrorismos con repercusiones diferentes en otros lugares y con diferentes propósitos e ideologías. En el momento que se refiere todo esto en estas páginas, se viven otros ingentes acontecimientos que habrá que analizarlos con perspectiva histórica. Este es el caso de una invasión rusa en Ucrania que afecta a todo el mundo y que tiene sesgos de poderse convertir en una tercera guerra mundial. La pandemia del coronavirus COVID-19, todavía tiene sus efectos, y aún sigue habiendo bastantes ingresos y muertes por contagio, pudiéndose cuantificar en abril de 2022 más de 6 millones de muertes1]. Además, en este siglo XXI son diferentes las contiendas bélicas que siguen dándose en distintos países del mundo, como son, Afganistán, Siria, Yemen, Palestina-Israel y Etiopía, entre otros.
El 9 de noviembre de 1989 se derribó el muro que dividía Alemania Oriental de la Occidental. El 3 de octubre de 1990 se declararía oficialmente la reunificación del estado alemán. Otras acciones se estaban dando, como fue la apertura de la cortina de hierro entre Austria y Hungría, (19 de agosto 1989). Todo ello sería una evidencia de que se llegaba a un punto de inflexión entre los bloques comunicas y capitalistas, además de lo que supondría del «Fin de la Guerra Fría». / Foto: «El Orden Mundial» [Consultada el 09 de abril de 2022].
La fragmentación del «universo humano» establecerá un tipo de inestabilidad que implantará una forma de pensar en negativo y en la desconfianza de los grandes relatos de la humanidad. El mismo «paisaje» del cristianismo se resquebraja en sus estructuras ante un mapa nuevo de la realidad de nuestro mundo.
La primera mitad del siglo XX dio a luz la formación de muchas denominaciones evangélicas, además de todas aquellas que se proyectarían desde el puritanismo o el pietismo tratado ya anteriormente. Ahora bien, la fe convive con su entorno que la reta y transforma; y en este caso será un entorno no visto antes.
Los teólogos que surgirán durante las grandes guerras del siglo XX buscarán la forma de rescatar un cristianismo más auténtico e intentar salir de las simples «formas» o, mejor dicho, distinguir entre los códigos de comunicación de la Biblia y la Palabra de Dios revelada. Sería necesario darla a conocer en medio de tanta necesidad. Era importante distinguir los medios, para descubrir la voluntad de Dios expresada en estos recursos históricos, culturales o lingüísticos que se habían usado en los tiempos bíblicos.
Como suele ocurrir, cuando se remueven los cimientos institucionales, también sucedería que, al cuestionar los cánones más consensuados de la hermenéutica bíblica, la oposición surgiría, pero se estaba constatando la necesidad de aplicar esa Palabra de Dios «que es viva y eficaz» a un presente necesitado y maltratado por las guerras y las consecuencias del pecado[2]. En el nivel de la teología protestante, un buen elenco de teólogos formaría un tipo de escuela que despertaría el interés de una relación más genuina con Dios. Esto no disipó toda la problemática social ya que, el encuentro con la Palabra, con Cristo, demandaría igualmente la fe y la voluntad del hombre por recibirle.
No obstante, se dio un paso importante para diferenciar entre lo que suponía tener una religión y lo más importante, que sería tener una relación con Dios para hacer su voluntad, marcando así la diferencia entre ambas aproximaciones. Sobre el tema todavía se seguirá escribiendo y teologizando, pues la reflexión sigue siendo necesaria para avanzar. Habrá que estar asidos del Espíritu de Dios, que sigue poniendo orden constante en la historia de la humanidad, para que así las personas podamos tener la posibilidad de experimentar la redención de Cristo.
En otro ámbito, el escritor y profesor Justo L. González, al igual que otros, tratará en parte algo referente a los cambios que se van dando ante las necesidades existentes, describiendo lo que implica la decadencia del mapa moderno[3]. La «insularidad» o centralismo de la Modernidad tiene otros muchos efectos que en el devenir histórico han sido reprimidos, quedando en la periferia planteamientos diferentes, así como «modus vivendi» espurios para algunos, pero totalmente esenciales para otros. Esto ha llevado a la consideración de lo central y de lo sectario.
Pero, en realidad esto es un «contínuum» que hay que controlar para no caer en el inmovilismo imperante. La ventaja es que, a pesar de las limitaciones de los conceptos de «posmodernidad, metamodernidad o ultramodernidad», existe un valor intrínseco de que todo se mueve hacia un constante cambio. Es lo que hace ya años también apuntó el filósofo José Ortega y Gasset:
La vida es quehacer [...] Antes que hacer algo, tiene cada hombre que decidir, por su cuenta y riesgo, lo que va a hacer. Pero esta decisión es imposible si el hombre no posee algunas convicciones sobre lo que son las cosas en derredor, los otros hombres, él mismo. Sólo en vista de ellas puede preferir una acción a otra, puede, en suma, vivir[...] La vida es un gerundio y no un participio: un faciendum y no un factum[4].
«El telescopio es sustituido por el microscopio». Lo que yo vivo en primera persona, y lo más cercano, así como el microrrelato, toman un papel preponderante. Es un planteamiento «antidualista» donde a la historia se le presupone una ideología, no siendo objetiva. Lo que importa es el presente, es decir, la inmediatez.
En mi forma de analizar las cosas, entiendo que surge un tipo de «neorromanticismo», pero motivado por otras realidades. Es un romanticismo diferente, que dará lugar al abandono de la modernidad para asumir una «posmodernidad», como concepto maleable y de constantes ajustes. Esto se expresará en todo un movimiento artístico y cultural. La máxima de Descartes, «pienso luego existo» [«cogito ergo sum»], que sería el elemento fundamental del racionalismo, se tornará en «siento luego existo». La locución del antiguo poeta Horacio (68 a.C.- 8 a.C.), resurge en la posmodernidad: «carpe diem». Esta adquiere gran protagonismo en este tiempo, con la idea de que «más vale pájaro en mano que ciento volando».
Lo importante en definitiva se da en lo cotidiano, en el detalle, y en lo que quizás es poco importante pero que, en su suma, compone la vida y la motivación para seguir ilusionados. Susana Martínez-Conde, directora del laboratorio de Neurociencia Integrada de la Universidad Estatal de Nueva York, afirmará lo siguiente al respecto de esto: «Nace de la desconfianza en el conocimiento experto y de una mala manera de entender el escepticismo»[5]
Ante todo ello hemos de seguir reflexionando. ¿Cuál sería la respuesta posmoderna del Evangelio para la época que vivimos?
*** Notas:
[1] «Euronews». [En línea] Disponible en: https://es.euronews.com/2022/03/08/seis-millones-de-muertos-por-la-pandemia [Consultada el 11 de abril 2022].
[2] Cf. Andrés Barcala. [Del Consejo Superior de Investigaciones Científicas de Madrid]. «La teología protestante en el siglo XX». En: 2000 años de cristianismo: la aventura cristiana, entre el pasado y el futuro. Tomo 9. Sedmay Ediciones, S. A.: Madrid: 1979, pp. 139-144.
[3] Cf. Justo L. González. Mapas para la historia futura de la iglesia. Buenos Aires: Editorial Kairós, 2001, pp. 77-79.
[4] José Ortega y Gasset. Historia como Sistema. Vol. VI. Obras Completas. Revista de Occidente, Madrid, 1983, pp. 13-14; 32-33.
[5] Javier Salas. «El País». [En línea]. Disponibles en: https://elpais.com/elpais/2019/02/27/ciencia/1551266455_220666.html [Consultada el 09 abril 2022].
Autor: Juan Manuel Quero Moreno
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