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ROMA / ABUSOS SEXUALES EN LA IGLESIA CATÓLICA

Benedicto XVI a las víctimas de abusos sexuales: “Sólo puedo expresar mi profunda vergüenza, mi gran dolor y mi sincera petición de perdón”

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. Tras ser acusado de inacción en la auditoría de Múnich, el Papa emérito pide disculpas por todos “los errores” que hubiera podido cometer en su ministerio

. Ratzinger lamenta que “un despiste” sobre su participación en una reunión sobre un cura pederasta haya llevado a tacharle de “mentiroso”

(ROMA, 08/02/2022) Benedicto XVI da un paso al frente. Tras las acusaciones de inacción ante los casos de pederastia que tuvieron lugar en su etapa como arzobispo de Múnich, el Papa emérito ha reaccionado con una carta en la que pide perdón por todos los errores cometidos por su parte en todo su ministerio.

“Una vez más sólo puedo expresar a todas las víctimas de abusos sexuales mi profunda vergüenza, mi gran dolor y mi sincera petición de perdón. He tenido una gran responsabilidad en la Iglesia Católica”, expone Joseph Ratzinger, de 94 años, que prometió dar una respuesta tras analizar el informe elaborado por una auditoría externa en el que se le habla de falta de solicitud por su parte para reaccionar, al menos, ante tres sacerdotes pederastas.

En primera persona

En la misiva, el Papa emérito reconoce que “tanto más grande es mi dolor por los abusos y errores que han ocurrido durante el tiempo de mi mandato en los respectivos lugares”. Si bien es cierto que no es la primera vez que entona un ‘mea culpa’ vinculado a la pederastia eclesial, sin duda alguna en esta ocasión tanto el fondo como la forma, destaca por la contundencia de sus palabras y por hacerlo en primera persona tanto del singular como del plural.

Es más, no duda en elevar su oración con dos plegarias. “Roguemos públicamente al Dios vivo que perdone nuestras culpas, nuestras grandes y grandísimas culpas”, expone en un momento de la carta. En otro momento, sentencia: “Pronto me enfrentaré al juez definitivo de mi vida. Aunque mirando hacia atrás en mi larga vida puedo tener muchos motivos de temor y miedo, sin embargo, tengo un estado de ánimo alegre porque confío firmemente en que el Señor no sólo es el juez justo, sino también el amigo y hermano que ya ha sufrido él mismo mis carencias y es, por tanto, como juez, al mismo tiempo mi abogado”.

La confesión

Incluso hace un llamamiento al clero para que de un paso al frente. “Es el momento de la confesión”, asegura mediante una frase que parece complementaria a la lanzada por el Papa Francisco tras conocer el informe francés hace unos meses: “Es el momento de la vergüenza”.

En el documento firmado por él, detalla que “en todos mis encuentros, especialmente durante mis numerosos viajes apostólicos con víctimas de abusos sexuales por parte de sacerdotes, he mirado a los ojos las consecuencias de una culpa muy grande”. Además, admite que “he aprendido a comprender que nosotros mismos nos vemos arrastrados a esta gran culpa cuando la descuidamos o cuando no lo afrontamos con la necesaria decisión y responsabilidad, como ha ocurrido y ocurre con demasiada frecuencia”.

Un descuido

Aterrizando en la investigación encargada por la diócesis de Múnich, niega que conociera los hechos divulgados en el estudio. Aunque reconoce el “gigantesco” trabajo realizado por los auditores, detalla que “se produjo un descuido” respecto a su participación en una reunión en 1980 en la que se habría abordado el caso de un cura pederasta. Si en un principio, Benedicto XVI aseguró que él no asistió a dicho encuentro, después se retractó.

“Este error, que desgraciadamente se ha producido, no ha sido intencionado y espero que sea disculpable”, escribe Benedicto XVI, que lamenta que este hecho haya llevado a algunos a tratarle “como un mentiroso”.

Benedicto XVI a las víctimas: “mayor es mi dolor porque he tenido importantes responsabilidades en la Iglesia católica”

En su carta, Benedicto XVI se centra en la petición de perdón a las víctimas: “He tenido grandes responsabilidades en la Iglesia católica. Tanto mayor es mi dolor por los abusos y los errores ocurridos en distintos lugares durante el tiempo de mi mandato. Cada caso de abuso sexual es espantoso e irreparable. Mi profunda compasión se dirige a las víctimas de abuso sexual y lamento todos y cada uno de los casos”.

“Hoy nuevamente sólo puedo expresar a todas las víctimas de abusos sexuales mi profunda vergüenza, mi gran dolor y mi sincera petición de perdón. Ya que he tenido importantes responsabilidades en la Iglesia Católica, mayor es mi dolor por los abusos y errores que se han producido durante el tiempo de mi misión en los respectivos lugares”.

Joseph Ratzinger fue arzobispo entre 1977 y 1982, antes de convertirse en prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe (antiguo Santo Oficio) en el Vaticano. En la respuesta que envió desde Roma, negó cualquier responsabilidad en la ocultación de los casos, pero los investigadores le acusan de haber conocido abusos y no haber actuado. El caso que se trató en la controvertida reunión de 1980 es el del sacerdote Peter H., un clérigo procedente de Renania del Norte-Westfalia que abusó de niños en su diócesis de origen y más tarde fue enviado a la archidiócesis de Múnich, donde volvió a ejercer labores pastorales, a cometer agresiones y donde finalmente fue condenado penalmente.

Carta del Papa emérito Benedicto XVI
acerca del informe sobre los abusos
en la Arquidiócesis di Múnich y Freising

Ciudad del Vaticano, 6 de febrero de 2022

Queridas hermanas y queridos hermanos:

Tras la presentación del informe sobre los abusos en la arquidiócesis de Múnich y Freising el 20 de enero de 2022, quisiera dirigiros a todos vosotros unas palabras personales. En efecto, aunque fui arzobispo de Múnich y Freising menos de cinco años, sigo teniendo un profundo sentimiento de pertenencia a la arquidiócesis de Múnich como mi patria.

En primer lugar, me gustaría expresar unas palabras de sincero agradecimiento. En estos días de examen de conciencia y reflexión he experimentado tanto apoyo, tanta amistad y tantas muestras de confianza como no hubiera imaginado. Quisiera agradecer especialmente al pequeño grupo de amigos que redactó, con abnegación, mi memorial de 82 páginas para el bufete de abogados de Múnich, que no podría haber escrito solo. Además de las respuestas a las preguntas que me planteó el bufete, también se añadían la lectura y el análisis de casi 8.000 páginas de documentos en formato digital. Estos colaboradores me ayudaron después a estudiar y analizar el informe pericial de casi 2.000 páginas. El resultado se publicará más adelante, como suplemento a esta carta.

En la gigantesca tarea de aquellos días ―la redacción del pronunciamiento― se produjo un error en cuanto a mi participación a la reunión del Ordinariato del 15 de enero de 1980. Este error, que lamentablemente se produjo, no fue intencionado y espero que sea disculpado. Decidí, en su momento, que el arzobispo Gänswein lo hiciera presente en el comunicado de prensa del 24 de enero de 2022. Esto no disminuye en absoluto el cuidado y la dedicación que era y sigue siendo un imperativo evidente para esos amigos. Me afectó profundamente que el descuido se utilizara para dudar de mi veracidad, y presentarme incluso como mentiroso. Pero me han conmovido aún más las numerosas expresiones de confianza, los cordiales testimonios y las conmovedoras cartas de aliento que he recibido de tantas personas. Estoy especialmente agradecido al Papa Francisco por la confianza, el apoyo y las oraciones que me ha manifestado personalmente. Por último, quisiera agradecer a la pequeña familia del Monasterio “Mater Ecclesiae”, cuya comunión de vida en los momentos felices y en los difíciles me da esa solidez interior que me sostiene.

A las palabras de agradecimiento es necesario que siga ahora una confesión. Cada vez me llama más la atención que, día tras día, la Iglesia ponga al principio de la celebración de la Santa Misa ―en la que el Señor nos entrega su palabra y a sí mismo― la confesión de nuestras culpas y la petición de perdón. Rogamos públicamente al Dios vivo que perdone nuestra culpa, nuestra grande, grandísima, culpa. Está claro que la palabra “grandísima” no se aplica de la misma manera a cada día, a cada día en particular. Pero cada día me interpela si también hoy no deba hablar de grandísima culpa. Y me dice de forma consoladora que por muy grande que hoy sea mi culpa, el Señor me perdona, si me dejo examinar sinceramente por él y si estoy realmente dispuesto al cambio de mí mismo.

En todos mis encuentros con víctimas de abusos sexuales por parte de sacerdotes, especialmente durante mis numerosos viajes apostólicos, he percibido en sus ojos las consecuencias de una grandísima culpa y he aprendido a entender que nosotros mismos caemos dentro de esta grandísima culpa cuando la descuidamos o cuando no la afrontamos con la necesaria decisión y responsabilidad, como ha sucedido y sucede demasiadas veces. Como en aquellos encuentros, hoy nuevamente puedo sólo expresar a todas las víctimas de abusos sexuales mi profunda vergüenza, mi gran dolor y mi sincera petición de perdón. Ya que he tenido importantes responsabilidades en la Iglesia Católica, mayor es mi dolor por los abusos y errores que se han producido durante el tiempo de mi misión en los respectivos lugares. Cada caso de abuso sexual es terrible e irreparable. Me siento consternado por cada uno de ellos en particular, y a las víctimas de esos abusos quisiera hacerles llegar mi más profunda compasión. Comprendo cada vez más la repugnancia y el miedo que Cristo experimentó en el Monte de los Olivos cuando vio todas las cosas terribles que debía superar interiormente. El hecho de que los discípulos estuvieran dormidos en ese momento representa, por desgracia, una situación que se repite incluso hoy y por la que también me siento interpelado. Por eso, sólo puedo elevar mis oraciones al Señor y suplicar a todos los ángeles y a los santos, y a vosotros, queridas hermanas y queridos hermanos, que intercedáis por mí ante Dios, nuestro Señor.

Muy pronto me presentaré ante al juez definitivo de mi vida. Aunque pueda tener muchos motivos de temor y miedo cuando miro hacia atrás en mi larga vida, me siento sin embargo feliz porque creo firmemente que el Señor no sólo es el juez justo, sino también el amigo y el hermano que ya padeció Él mismo mis deficiencias y por eso, como juez, es también mi abogado (Paráclito). En vista de la hora del juicio, la gracia de ser cristiano se hace evidente para mí. Ser cristiano me da el conocimiento y, más aún, la amistad con el juez de mi vida y me permite atravesar con confianza la oscura puerta de la muerte. A este respecto, recuerdo constantemente lo que dice Juan al principio del Apocalipsis: ve al Hijo del Hombre en toda su grandeza y cae a sus pies como muerto. Pero el Señor, poniendo su mano derecha sobre él, le dice: «No temas: Soy yo...». (cf. Ap 1,12-17).

Queridos amigos, con estos sentimientos os bendigo a todos.

Benedicto XVI

>>> Leer la carta en InfoVaticana.com

Fuente: Vida Nueva (José Beltrán), Infovaticana.com, EL PAÍS / Edición: Actualidad Evangélica

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