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OPINIÓN / DEL BAÚL DE MIS RECUERDOS

Mis días con Luis Palau. El Festival de la Familia, Buenos Aires 1986

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Juventud '77 con Luis Palau iba a marcar un antes y un después en la vida de muchos argentinos, e iba a dar un impulso extraordinario a la evangelización dentro y fuera del país propiciando la creación de alianzas misioneras estratégicas e inspirando a miles de cristianos jóvenes como nosotros a salir a las ciudades y al mundo a evangelizar sin complejos.

PalauBongarra1986

Festival de la Familia 1986. Juan Pablo Bongarrá (i), junto a Luis Palau (d)

(JORGE FERNÁNDEZ, 19/06/2019) |  Juventud ’77 con Luis Palau marcaría un antes y un después, no solo en la vida espiritual y en el destino eterno de muchos argentinos que, como mi padre, tuvieron en el Luna Park su primer encuentro con el Jesús de los evangelios, sino también en las iglesias evangélicas y en el ministerio de Luis Palau en Argentina.

A EVANGELIZAR SIN COMPLEJOS

Líderes juveniles, pastores colaboradores e, incluso “convertidos” en Juventud ’77, llegarían a ser con el tiempo hombres y mujeres comprometidos con la visión de “salir de las catacumbas” -o de las trincheras- a evangelizar sin complejos a toda la Argentina y América Latina.

Líderes juveniles, pastores colaboradores e, incluso “convertidos” en Juventud ’77, llegarían a ser con el tiempo hombres y mujeres comprometidos con la visión de “salir de las catacumbas” -o de las trincheras- a evangelizar sin complejos a toda la Argentina y América Latina.

A partir de entonces, muchos de ellos se lanzaron a la tarea de impulsar conferencias misioneras y redes institucionales para la cooperación misionera y la evangelización en toda la región.

Rubén Proietti, por mencionar a uno de los más conocidos, quien destacó en aquel histórico evento en el Luna Park como líder juvenil por su trabajo en uno de los Comités de Acción, pasaría a integrar a partir de entonces el equipo de Luis Palau y, con los años, llegaría a ser uno de los líderes evangélicos de referencia en Argentina y en Latinoamérica, como presidente de la Alianza Cristiana de Iglesias Evangélicas de la República Argentina (ACIERA) y más recientemente, de la Alianza Evangélica Latina (AEL), entre otras altas responsabilidades, además de ser el Coordinador Internacional de Festivales de la Asociación Luis Palau (LPEA, por sus siglas en inglés).

En lo que se refiere a las campañas de evangelización, la Asociación Luis Palau organizó muchas otras en Argentina después de aquélla : Mar del Plata (1980); General Pico, La Pampa; Oberá y Posada, en Misiones; Río Cuarto, Córdoba; La Plata, Buenos Aires; y Capital Federal (1986).

De esta última, la celebrada en Capital Federal en abril de 1986, proceden los recuerdos que ahora deseo compartir en esta serie que he titulado, “Mis días con Luis Palau”.

UN PAÍS MUY DIFERENTE AL DE 1977

Para entonces, la situación en el país había cambiado mucho, y también la mía en lo personal.

La dictadura cívico-militar argentina con su régimen de terror ya era historia, aunque sus dolorosos efectos en la sociedad argentina aún sangraban por la herida. Tras la derrota en la Guerra de Las Malvinas (1982) con la que la Junta Militar pretendía perpetuarse en el poder, su situación se hizo insostenible y el clamor popular obligó a los militares a convocar elecciones democráticas. De esas elecciones salió ganador el presidente Raúl Alfonsín quien eligió el Día Internacional de los Derechos Humanos, el 10 de diciembre de 1983, para jurar su cargo como Presidente de la República.

Alfonsín

El presidente de la República, Raúl Alfonsín, había asumido su mandato el 10 de diciembre de 1983

Así que, en 1986 gozábamos en Argentina de una democracia plena. O, al menos, todo lo plena que en la compleja situación política, social y económica de aquel tiempo los argentinos nos podíamos permitir.

ENAMORADO DE JESÚS... DE UNA RUBIA Y DE LA VIDA

¡La vida nos sonreía! Si en Juventud ’77 podía decir que “estaba en el primer amor”, en 1986, además de seguir enamorado de Jesús, ahora estaba enamoradísimo de una rubia preciosa, de su barriga de 5 meses de embarazo, de mi Iglesia, de mi país ¡y de la vida toda!

En lo personal, con Miriam nos habíamos casado hacía apenas un año, en 1985 y esperábamos a nuestro primer retoño. Vivíamos en un piso alquilado en el porteño barrio de Caballito; yo tenía un excelente trabajo como Informático en una empresa de vanguardia; y con Miriam servíamos juntos en mi iglesia de toda la vida, la Alianza Cristiana Evangélica de Liniers que, para entonces, había triplicado o cuadruplicado su membresía y construido un nuevo edificio con capacidad para 350 personas en el cual habíamos celebrado nuestra boda. Yo había dejado ya la presidencia de la Sociedad de Jóvenes, que había ostentado durante seis años, y ahora integraba el cuerpo pastoral junto al pastor Rogelio Nonini y mi hermano y amigo, Gustavo Valiño.

¡La vida nos sonreía! Si en Juventud ’77 podía decir que “estaba en el primer amor”, en 1986, además de seguir enamorado de Jesús, ahora estaba enamoradísimo de una rubia preciosa, de su barriga de 5 meses de embarazo, de mi Iglesia, de mi país ¡y de la vida toda!

EL FESTIVAL DE LA FAMILIA Y EL CORO DE MIL VOCES

Así que, cuando meses atrás nos había llegado la invitación para participar en el “Festival de la Famlia, con Luis Palau”, no lo pensamos dos veces y, como queríamos vivirlo en plenitud y por aquel entonces éramos directores de alabanza en nuestra iglesia local, nos apuntamos al Coro de Mil Voces, dirigido por el pastor Juan Pablo Bongarrá.

El director pedía un mayor esfuerzo a las sopranos para llegar a una nota altísima que había que sostener hasta el final. Tras varios intentos frustrados, un hermano que estaba por detrás “ayudó” al cometido con un toque agudo y sostenido de trompeta. El director, exhausto, no lo dudó: “¡Así lo haremos, para la gloria de Dios! ¡Solucionado!”.

Fue todo muy intenso y emocionante. Los ensayos los hacíamos en grupos por separado en distintos lugares, ya que por aquel entonces no había como hoy templos o lugares de reunión con capacidad para que un Coro de Mil Voces pudiéramos reunirnos a ensayar todos juntos.

Preparamos un repertorio magnífico, de cuyos temas solo soy capaz de recordar uno, el principal: “Creo en Milagros”. Una delicia de tema, reservado para los momentos especiales de la campaña. Algunos de los temas eran un poco difíciles y exigentes para cantantes no profesionales como éramos la mayoría de nosotros. Recuerdo que en un ensayo, el director pedía un mayor esfuerzo a las sopranos para llegar a una nota altísima que había que sostener hasta el final. Tras varios intentos frustrados, un hermano que estaba por detrás “ayudó” al cometido con un toque agudo y sostenido de trompeta. El director, exhausto, no lo dudó: “¡Así lo haremos, para la gloria de Dios! ¡Solucionado!”.

Pero esa nota imposible del pentagrama iba a ser tan solo uno de los problemas y, no el mayor, que íbamos a enfrentar en esa campaña. El día del festival habíamos quedado en reunirnos muy temprano en los amplios pasillos debajo de las gradas del campo de fútbol para un ensayo general. Allí sí entrábamos las Mil Voces y era necesario organizarnos.

VélezSarsfield

El Estadio Mundialista de Vélez Sarsfield fue el escenario del Festival de la Familia en 1986

NOSTALGIA DEL MUNDIAL

Nada más entrar a “El Fortín”, que es como se conoce al Estadio Mundialista Vélez Sarsfield, en el barrio de Liniers, me invadió un sentimiento de nostalgia al recordar lo vivido en 1978, unos años antes, cuando en mi condición de soldado dragoneante del Ejército Argentino me tocó hacer guardias en aquel estadio. Sobre ese mismo césped, el 11 de junio del 78, había visto jugar a España y ganarle a Suecia (¡qué disparo de Juanito al travesaño!), en las fases finales del Mundial. Luego me tocaría hacer guardia en la final del Argentina vs. Holanda… pero eso es otra historia.

Sobre ese mismo césped, el 11 de junio del 78, había visto jugar a España y ganarle a Suecia (¡qué disparo de Juanito al travesaño!), en las fases finales del Mundial. 

Ensayamos el repertorio un par de veces, nos organizamos cómo íbamos a situarnos: dónde los tenores, dónde los contra altos, donde las sopranos… El pastor Juan Pablo Bongarrá daba instrucciones sobre todos los detalles. Finalmente, alguien oró encomendándonos al Señor y nos dirigimos a la boca de la tribuna correspondiente para situarnos en nuestros lugares.

La gente llevaba horas entrando al campo y ocupando las gradas, en el extremo opuesto adonde estábamos nosotros. Una pequeña plataforma se había levantado sobre el terreno de juego para los intervinientes y para el predicador, cuando llegara el momento.

"EMPANADA Y VINO TINTO..."

Arrancamos bien. El Coro de Mil Voces inició la velada entonando algunos himnos y coros conocidos. La multitud, entregada y bien dispuesta, lo celebró con una ovación. Nos miramos satisfechos con Miriam y con algunos amigos a nuestro alrededor.

Otros artistas invitados se sucedieron con sus actuaciones. Uno muy popular entre el público evangélico -el Trío Mar del Plata, un grupo autóctono pionero por aquel entonces en componer e interpretar inspiradoras canciones cristianas con música folclórica de gran calidad-, y un famoso y consagrado grupo secular, “Los hermanos Ábalos”, folcloristas santiagueños de gran prestigio nacional e internacional invitados por Luis Palau y su equipo como reclamo para el público no evangélico.

Me miró con cara de “religioso escandalizado” y me dijo: “¡Pero, qué escándalo! ¿Esto qué es? ¡Si por lo menos cantaran, “Bautismo y Santa Cena, todos los domingos, todos los domingos!”. ¡No pude contener la carcajada!

Y allá arrancaron Los Hermanos Ábalos con la chacarera: “Empanada y vino tinto, todos los domingos, todos los domingos”. Al escuchar el reiterado estribillo de esa canción popular, que toda la multitud empezó a corear y a acompañar con palmas, un buen amigo mío que estaba a mi lado en el Coro y que tenía un humor agudo y ágil, me miró con cara de “religioso escandalizado” y me dijo: “¡Pero, qué escándalo! ¿Esto qué es? ¡Si por lo menos cantaran, “Bautismo y Santa Cena, todos los domingos, todos los domingos!”. ¡No pude contener la carcajada!

LLUVIA... Y NO SOLO DE BENDICIÓN

De pronto empezó a llover. Primero despacio, de forma intermitente, y luego cada vez más fuerte. Creo que no lo dije, pero la grada en la que estábamos las Mil Voces no estaba cubierta, ni siquiera parcialmente. Las imágenes de la prensa, los días posteriores, mostrarían a un Luis Palau predicando desde la plataforma con un asistente sosteniéndole un paraguas. Pero, lo peor, al menos para nosotros, aun estaba por llegar. Con el corazón encendido de pasión, nosotros podíamos aguantar estoicamente el diluvio, pero los equipos de sonido… eso era otra cosa.

Con horror descubrimos que no teníamos retorno, no escuchábamos la música. Algún cortocircuito había fulminado los altavoces que apuntaban hacia nosotros. Fue el desastre. Los tenores por un lado, los contra altos por otro, las soprano… 

Llegó el momento culminante. El momento del "llamado al altar". El pastor Juan Carlos Bongarrá alzó sus manos en dirección a nosotros para indicar el comienzo del tema para ese momento tan especial. Hizo una señal a los músicos para que dieran los acordes iniciales. ¡Mmmmmmm!, hicimos todos al unísono, armonizando la nota inicial. Fue lo único armonizado. Con horror descubrimos que no teníamos retorno, no escuchábamos la música. Algún cortocircuito había fulminado los altavoces que apuntaban hacia nosotros. Fue el desastre. Los tenores por un lado, los contra altos por otro, las soprano… El Coro de Mil Voces fue, al final, el Coro de Mil Voces diferentes, cada cual por su lado. 

El pastor Bongarrá siguió dirigiendo como si nada y, cuando llegamos al final, lo que hicimos una esquina del Coro antes que la otra, nos miró fijamente, levantó sus brazos, los dejó caer en dirección a nosotros, y con los dedos de ambas manos simulando dos revólveres, nos disparó a quemarropa.

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Pese a todo, el impacto espiritual del Festival de la Familia en 1986 fue grande, al menos para nosotros. En ese momento tan feliz de nuestras vidas, estábamos lejos de tan siquiera imaginar que, apenas dos años después, en septiembre de 1988, estaríamos pisando Madrid, España, persiguiendo como Abraham, “sin saber a dónde íbamos”, el sueño de servir a Dios y ayudar a la obra evangélica en el país de Cervantes... el de mi padre y mis abuelos gallegos, y el de los abuelos de Miriam, que eran vascos. De eso ya han pasado más de 30 años. Pero esa... esa también es otra historia.

Autor: Jorge Fernández

En este vídeo en Youtube puede escucharse el mensaje de Luis Palau, "El mundo en llamas", grabado en vivo en el Festival de la Familia en el Estado Vélez Sársfield, en 1986

© 2019. Este artículo puede reproducirse siempre que se haga de forma gratuita y citando expresamente al autor y a ACTUALIDAD EVANGÉLICA. Las opiniones de los autores son estrictamente personales y no representan necesariamente la opinión o la línea editorial de Actualidad Evangélica.

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