OPINIÓN / MÁXIMO GARCÍA RUIZ
Tendencias teológicas en el protestantismo español
Muro de la Reforma. Las estatuas de cuatro fundadores de la Reforma —Farel, Calvino, de Beza y Knox—, adosados a las antiguas murallas de la ciudad de Ginebra / + Ampliar
(Máximo García Ruiz, 04/01/2019) Teología (“theos” Dios, “logos” discurso) es la ciencia que se ocupa de los temas que tienen que ver con la existencia, el carácter, la historia de Dios y sus atributos.
En términos formales, es la materia que investiga científicamente lo relativo a Dios y la religión y su forma de relacionarse con el ser humano. Si se prefiere, en términos más coloquiales, teología es la ciencia que se ocupa de especular acerca de Dios.
Sea como fuere, lo cierto es que, a lo largo de la historia y, reduciendo algo más el ámbito de estudio, a lo largo de la historia del cristianismo, han sido muchas y muy variadas las corrientes teológicas a través de las cuáles se ha intentado explicar la relación de Dios con los seres humanos por medio de reflexiones teológicas muy diversas.
Por nuestra parte, no pretendemos hacer un relato histórico de las diferentes manifestaciones teológicas que han estado o están presentes en la Iglesia (o iglesias) cristianas. Tan sólo hacer mención de algunas de ellas; aquellas que inciden de manera especial y distintiva en los tiempos de confusión teológica que nos toca vivir en esta primera parte del siglo XXI.
Por su aceptación y conocimiento universal, pasamos de largo sobre la teología bíblica, que afirma tomar la Biblia como única fuente de reflexión; la teología histórica, que pone su énfasis en determinar el papel que ocupa en el relato histórico; la teología apocalíptica, preocupada básicamente por la escatología futurista; la teología filosófica, que busca descifrar las aportaciones de la Biblio a la sabiduría humana; la teología de la cruz, que gira en torno al sentido redentor de la crucifixión; la teología sistemática, la teología natural y algunas otras que podremos encontrar de forma trasversal en las distintas denominaciones cristianas y que con gran precisión describen los diferentes manuales destinados a tal fin.
Superados los primeros siglos de cristianismo, la oscura y dilatada Edad Media se centró prioritariamente en la teología escolástica que da pie, por una parte, a la teología de la retribución que fomenta el intercambio entre pecado y buenas obras y, por otra, a la teología del sufrimiento, que ofrece redención a cambio de castigos corporales como vía de redención. Se trata de una reflexión teológica que choca frontalmente con la teología surgida en la Reforma, que recupera la teología de la cruz y la justificación por la fe partiendo de los textos paulinos y tomando como referencia la obra de San Agustín respecto al pecado y a la gracia. Esta teología muy bien podemos denominarla como teología de la conversión, si bien es cierto que existen matices importantes entre la teología luterana de Lutero-Melanchton y la reformada que culmina en la monumental obra de Juan Calvino, en cuyos detalles no pretendemos detenernos en esta ocasión.
En la época moderna han despuntado diferentes escuelas de pensamiento teológico que podríamos reducir a tres: la racionalista, la fundamentalista y la neo-ortodoxa, que mencionamos simplemente a título enunciativo. Centrándonos más en lo que va de mediados del siglo XX a nuestros días, cobra relevancia, en primer lugar, la teología de la liberación surgida al socaire del Concilio Vaticano II, de implantación especial en el Tercer Mundo, de forma sobresaliente en Latinoamérica, no sólo en sectores católico-romanos sino también entre teólogos protestantes. En España esta corriente teológica ha sido sustentada por teólogos y teólogas vinculados a la Asociación de teólogos/as Juan XXIII, mientras que el reducido ámbito de teólogos protestantes, salvo contadas excepciones, o bien se ha mostrado beligerantemente opuesto a dicha expresión teológica, o bien ha dejado sentir su desprecio hacia ella.
Recientemente toma cuerpo la teología pluralista, íntimamente ligada a la teología dialógica, que defiende el encuentro entre diferentes tradiciones religiosas y plantea una nueva forma de hacer teología, buscando los valores y aportaciones de cada una de las diferentes religiones conocidas. Todo ello sin olvidar la teología feminista que ha cobrado en las dos últimas décadas un gran protagonismo, entre otros sectores, entre escritoras africanas y de otras partes del Tercer Mundo, como es el caso, por mencionar uno solo, de la nigeriana Chimamanda Ngozi Adichie.
La escritora nigeriana Chimamanda Ngozi Adichie, una voz referente de la teología feminista contemporánea
Ahora bien, dicho lo que antecede vamos a ocuparnos de un área muy concreta, como es el mundo protestante en territorio español, especialmente tomando en consideración la transformación que ha sufrido en las últimas tres o cuatro décadas.
Como referente histórico, cuatro son los focos de influencia teológica que dan origen a la mal llamada Segunda Reforma en España. Es preciso señalar que el movimiento que arranca de la Revolución de 1868, la Gloriosa, que contó con algunos destacados predecesores como Blanco White, Borrow y algunos otros, pero no llegó a ser reforma propiamente dicho. En realidad, se trata de una Reforma fallida. Nos referimos al foco anglicano, al presbiteriano, al bautista y al derivado de los Hermanos de Plymouth, cada uno de ellos con su propio envoltorio cultural, procedente de los países de origen, europeos unos, norteamericanos otros.
Las iglesias evangélicas en el siglo XIX fueron configuradas a imagen y semejanza de sus patrocinadores, asumiendo los énfasis teológicos, culturales e incluso morales que los misioneros y profesores de instituciones teológicas aportaban, apoyados en textos, himnos y formatos litúrgicos trasplantados de sus respectivos países de origen. El único intento de promover una Iglesia española autóctona, que fue impulsado por el obispo Juan Bautista Cabrera Ibarz, un antiguo escolapio que llegó a ser fundador de Iglesia Española Reformada Episcopal, devino en un fiasco. Ya en el siglo XX sería añadida tímidamente la corriente pentecostal de la mano de misioneros suecos, hasta que, a finales de siglo, los diferentes pentecostalismos fusionados en parte con el carismatismo, se convirtieran en el sector más numeroso del protestantismo español, aportando énfasis teológicos específicos como la teología de la sanidad o el énfasis en hablar en lenguas, sin que ello supusiera una confrontación con el resto de denominaciones evangélicas.
En el breve período de tiempo que contemplamos, centrado en las tres o cuatro décadas últimas, han surgido en algunos sectores del protestantismo español otros énfasis teológicos como la teología de la complacencia, importada en este caso desde la decadente Europa occidental, preocupados sus impulsores por convertir las prácticas religiosas en algo amable, tolerante, tan light, que cualquiera puede participar de ellas sin agredir sus convicciones personales, con resultados poco satisfactorios que, especialmente en la Europa de tradiciones protestantes, han ido dejando los templos vacíos.
La teología de la prosperidad: "una especie de mercadeo con Dios" |
Por otra parte, está la teología de la prosperidad que, por no concederle una atención excesiva, digamos que se trata de una especie de mercadeo con Dios que se concreta en lo siguiente: si eres cristiano, si te mantienes fiel a los líderes de tu iglesia, si eres generoso para con Dios (es decir, si entregas buenas cantidades de dinero a tu iglesia), Dios te bendecirá y curará todas tus enfermedades (todas, todas), te prosperará en el trabajo o en los negocios, resolverá todos los problemas familiares que pudieras tener y hará de ti un hombre o una mujer feliz, sin fisuras.
Más recientemente surge la teología de las emociones, de la que ya nos hemos ocupado recientemente en otros espacios*, tendencia teológica a la que nos hemos permitido dar nombre. Todo ello envuelto en un biblismo exacerbado, reforzado por una lectura literal de las Escrituras, apoyada en la última invención del fundamentalismo teológico, conocida como inerrancia bíblica, emparentada con la inefable teología de la prosperidad.
Las emociones forman parte de la esencia misma de la naturaleza humana. Sentimos alegría o tristeza, que podemos expresar con la risa o con el llanto; amor o rencor; miedo o confianza; experimentamos la emoción de un juego compartido o la que produce la vida y la muerte; experimentamos la emoción de una buena comida, contemplar un buen espectáculo, gozar de una leal amistad. Las emociones se pueden compartir o no y eso va a determinar nuestras relaciones con los demás, que pueden ser buenas o malas. Las emociones no se pueden ni se deben reprimir, forman parte de nuestra naturaleza.
Ahora bien, lo que no debemos hacer es confundir el sentido de las emociones con el mensaje redentor del Evangelio. La primera y más importante característica de la teología de las emociones es que, sin decirlo expresamente se introduce, de forma sutil, como sustituta de la teología de la conversión. El sujeto se siente atraído por un mensaje envolvente del predicador de turno, capaz de despertar sus emociones más dispares: miedo, amor, dolor, esperanza que, unidas a una dependencia emocional del predicador, puede llegar a suplantar la experiencia de conversión por una emoción engañosa pasajera. Al no haberse producido una genuina experiencia de conversión por medio de la fe en Jesucristo, la conexión con la iglesia puede ser religiosa, pero en ningún caso alcanza un nivel espiritual.
Para finalizar, digamos que el protestantismo español necesita elaborar una teología autóctona, enmarcada dentro de su propia cultura, sin renunciar a valores cristianos transmitidos por cauces diferentes desde el inicio del cristianismo. Es necesario diferenciar entre intereses y valores, entre cultura y teología, entre moral y ética, entre palabra de los hombres y Palabra de Dios, entre secta e iglesia. entre emociones y conversión. Claro que, para hacer este propósito efectivo, los líderes responsables tienen que revestirse de humildad y, renunciando al pensamiento único, abrirse al debate de ideas, aproximándose al espíritu y pensamiento paulinos.
* El autor cita un artículo de su autoría publicado en la revista Lupa Protestante, con la que también colabora.
Autor: Máximo García Ruiz. Enero 2019 / Edición: Actualidad Evangélica
© 2019 - Nota de Redacción: Las opiniones de los autores son estríctamente personales y no representan necesariamente la opinión o la línea editorial de Actualidad Evangélica.
*MÁXIMO GARCÍA RUIZ, nacido en Madrid, es licenciado en Teología por la Universidad Bíblica Latinoamericana, licenciado en Sociología por la Universidad Pontificia de Salamanca y doctor en Teología por esa misma universidad. Profesor de Historia de las Religiones, Sociología e Historia de los Bautistas en la Facultad de Teología de la Unión Evangélica Bautista de España-UEBE (actualmente profesor emérito), en Alcobendas, Madrid y profesor invitado en otras instituciones. Pertenece a la Asociación de Teólogos Juan XXIII. Ha publicado numerosos artículos y estudios de investigación en diferentes revistas, diccionarios y anales universitarios y es autor de 21 libros y de otros 12 en colaboración, algunos de ellos en calidad de editor.
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