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PROTESTANTES ILUSTRES / BONHOEFFER - por MÁXIMO GARCÍA

Dietrich Bonhoeffer. Aspectos de su vida (Parte II)

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Este artículo forma parte de una serie sobre el teólogo alemán Dietrich Bonhoeffer, escrita por Máximo García Ruiz (ver introducción / ver artículo anterior)

20180821 3

Imágen: German Federal Archive/Wikimedia Commons

(MÁXIMO GARCÍA RUIZ*, 06/08/2018) |  La corta vida de Bonhoeffer se mueve entre un intelectualismo lúcido apoyado en las categorías del saber de su primera época de estudiante-teólogo y un misticismo creciente, especialmente en la tercera fase de su vida, ya en la cárcel, apoyado en el valor de la experiencia. Podemos señalar tres grandes etapas de su vida (más adelante nos detendremos a desgranar algunos detalles de cada una de esas etapas):

Primera etapa: estudiante, pastor, universidad, ecumenismo (1923-1932)

Brillante alumno de teología sistemática en la Universidad de Berlín. En esta época descubre el tema de la iglesia: la iglesia real, visible. En sus viajes percibe la iglesia universal y desarrolla su dimensión ecuménica.

AÑOS DE ESTUDIANTE

1923 a 1927: Estudia teología (Univ. Tubingen y Berlín).

1924-1925: Descubre la teología de Karl Bath.

192/: Tesis doctoral sobre Sanctorum Communio. Una contribución dogmática a la sociología de la iglesia (“La comunión de los santos”). Para Bonhoeffer la Teología no puede prescindir de la Sociología; ambas forman una unidad instrumental para entender la metafísica de la iglesia.

1928-1929: Vicario (coadjutor) en la Comunidad Evangélica Alemana de Barcelona.

1929: Profesor auxiliar en la Universidad de Berlín. Asiste a la cátedra de Willielm Listgert, que sucedió a Reinhold Seeberg.

1930: Defiende su 2ª tesis: “Acto y ser. Filosofía trascendental y ontológica en la teología sistemática”.

1930 (septiembre): Marcha a América (Union Theological Seminary de N.Y.). Traba amistad con Niebuhr. Establece contacto con el ecumenismo anglosajón que le abre una nueva perspectiva de la iglesia. Frecuenta l`Abyssinuan Baptist Church. Llegará a confesar la fuerte influencia que le ocasiona la liturgia de los americanos negros.

PASTOR, UNIVERSIDAD Y ECUMENISMO

1931 (verano):  A su regreso a Alemania con 25 años, se mueve en tres áreas de actividad:

a) La Iglesia. Es capellán de los estudiantes en la Escuela Técnica de Charlottenburg y se cuida de una clase de catecúmenos. Es ordenado ministro de la iglesia luterana.

b) La Universidad. Como profesor invitado de teología.

c) En el movimiento ecuménico. Especialmente en el mundo obrero, más concretamente entre los parados (en febrero de 1932 había más de 6 millones de parados en Alemania).

Estuvo en Bonn para asistir a un curso de Karl Bath durante tres semanas.

Por Barth muestra una gran admiración, aunque no se identifica plenamente con su teología, debido a su temor a una ortodoxia asfixiante derivada de la postura aún no evolucionada de Barth como teólogo vertical del acontecimiento, poco abierto a la dimensión horizontal de la iglesia.

Bonhoeffer tiene 25 años. Se convierte en teólogo universitario y creyente militante.

1932: Nombrado profesor de teología de la Universidad de Berlín. Da varios cursos sobre las relaciones entre la filosofía y la teología.

Segunda etapa: La Iglesia confesante

LA ALEMANIA DE HITLER.

Alemania había sido derrotada en la I Guerra Mundial. El Tratado de Versalles (25/6/1919) mediante el cual le fueron impuestas las condiciones de los vencedores fue tremendamente humillante para Alemania como nación y como pueblo. El orgullo alemán había sido pisoteado sin consideración. En este contexto social no debe causar excesiva extrañeza que el programa de Hitler tuviera tan favorable y rápida acogida entre el pueblo alemán. La iglesia protestante alemana se acomodó rápidamente a Hitler. Las universidades también se pusieron muy pronto de su parte, con la excepción de unos pocos.

1933 (30 enero): Hitler se convierte en canciller de Alemania.

Dos días después Bonhoeffer cuestionó la noción de “Führer” en una intervención radiofónica que fue interrumpida bruscamente. Se trataba de un acto inusual para su entorno.

“Unos días después del ascenso de Hitler al cargo de canciller, Bonhoeffer alzó su voz, se enfrentó al nazismo tachándolo de idólatra, habló en defensa de los judíos y advirtió vigorosamente contra la dirección en la que su nación se encaminaba. Y mientras lo hacía, su intervención radiofónica fue interrumpida bruscamente” (p. 24 de “Escritos Esenciales”).

Tanto la iglesia protestante como la católica vieron en Hitler el “renacimiento nacional” que iba a librarles de la humillación del Tratado de Versalles (25/6/1919).

Hitler obliga a la Iglesia luterana a aceptar el párrafo ario que prohíbe a todos los que tengan entre sus antepasados algún judío, no ya a que sean miembros de la iglesia, pero sí que ejerzan en ella un ministerio público. La facultad de teología de la universidad de Berlín lo acepta también.

Bonhoeffer dijo de Hitler que era “un seductor” pensando en la figura del tentador del Génesis: como la serpiente evocada por la Biblia, Hitler hechizó a las masas.

Es en ese contexto en el que se constituye la liga de urgencia de los pastores en torno a Niemoeller el 21 de septiembre de 1933, que señala el comienzo de la Iglesia Confesante, como una respuesta crítica a Hitler y a la Iglesia luterana, con sus cuatro grandes sínodos, reunidos entre mayo de 1934 y febrero de 1936: Barmen, Dahlem, Augsburg y Oeynhausen. Bonhoeffer participó desde el comienzo en este combate.

La Iglesia confesante no constituyó jamás una iglesia autónoma. Fue siempre un movimiento confesional en el interior de las iglesias evangélicas alemanas, un claro precedente inspirador de las “Comunidades de Base” de la Iglesia Católica Romana, que surgiera a partir del Vaticano II.

1933-1935: Londres. Conoce a Monseñor Bell, obispo anglicano de Clinchester, miembro de la Cámara de los Lores, y que le ayudaría más tarde en su trabajo de enlace en el seno de la resistencia alemana.

EL SEMINARIO DE FINKENWALD.

1935 (abril): Regresa a Alemania (nombrado director del Seminario de la Iglesia Confesante en Finkenwald, cerca de Stettin, inicialmente situada en Zingshof, junto al mar Báltico. Este Seminario contaba con 25 vicarios formados en la universidad de Berlín destinados a ser pastores vinculados a la iglesia confesante).

1937: La Gestapo cierra el Seminario de Funkewald.

Establece contactos con adversarios políticos de Hitler. Se le prohíbe el trabajo pastoral y docente en Berlín.

Aconsejado por sus amigos, especialmente Reinhold Niebuhr, acepta la invitación para dar un curso en EE.UU. Llega a N.Y. el 2 de junio y el 7 de julio, pero ante las perspectivas de la guerra, regresa voluntariamente a Alemania, en el último barco anterior al estallido de la guerra. Ninguno de sus amigos entendió esta arriesgadísima decisión, cuando ya se sabía que la guerra era inevitable. Se encuentra en una especie de vacío: no tiene derecho para predicar, ni para publica, ni para enseñar. Tiene prohibido hablar en público.

A partir de esa fecha, la Iglesia Confesante (cuyos vicarios habían sido enviados al frente) le encomienda algunas misiones especiales. Colabora en la resistencia clandestina contra Hitler. A través de su cuñado Hans von Dohnanyi, que trabajaba con el general Oster, Bonhoeffer entra en contacto con los ambientes que llevaron a cabo el complot contra Hitler del 20 de julio de 1944.

LA CONJURACIÓN Y LA ÉTICA

En esta época Bonhoeffer está cubierto por una orden de misión del Servicio de Contraespionaje Alemán (Abwehr), que dirigía el almirante Canaris, complicado también en el complot. Explica su compromiso político con estas palabras: “He visto a un loco conduciendo su coche por una calle superpoblada y he comprendido que tenía que impedirle que siguiera conduciendo. No bastaba con que me pusiera a curar a las víctimas; tenía que ponerme yo mismo ante el coche para pararlo” (cit. A. Dumas, Dietrich Bonhoeffer. Una iglesia para los no religiosos, Ed. Sígueme (Salamanca:1968).

A fin de hacer justicia a la historia, debemos dejar constancia de que Bonhoeffer fue hecho prisionero más por sus ideas políticas, que por su compromiso religioso. Fue un prisionero político. Desde mi punto de vista, un precursor de los teólogos comprometidos de América Latina (teología de la liberación).

1/9/1939: Estalla la guerra con la invasión de Polonia.

4/9/1940: Bonhoeffer recibe una comunicación de la oficina central de la seguridad del Reich. En ella se le informa que queda bajo la prohibición de hablar en público en cualquier rincón del Reich, a causa de su “actividad subversiva”.

VISITA SUIZA, NORUEGA Y SUECIA (SIEMPRE VIGILADO POR LAS AUTORIDADES NAZIS).

1/9/1941: Se promulga el decreto de la estrella amarilla mediante el cual todos los judíos debían llevar aquella señal cosida en sus ropas.

(Próximo artículo: Bonhoeffer: Aspectos destacados de su vida (Parte III)


Autor: Máximo García Ruiz*, Agosto 2018.

 

© 2018 - Nota de Redacción: Las opiniones de los autores son estríctamente personales y no representan necesariamente la opinión o la línea editorial de Actualidad Evangélica.

20120929-1*MÁXIMO GARCÍA RUIZ, nacido en Madrid, es licenciado en Teología por la Universidad Bíblica Latinoamericana, licenciado en Sociología por la Universidad Pontificia de Salamanca y doctor en Teología por esa misma universidad. Profesor de Historia de las Religiones, Sociología e Historia de los Bautistas en la Facultad de Teología de la Unión Evangélica Bautista de España-UEBE (actualmente profesor emérito), en Alcobendas, Madrid y profesor invitado en otras instituciones. Pertenece a la Asociación de Teólogos Juan XXIII. Ha publicado numerosos artículos y estudios de investigación en diferentes revistas, diccionarios y anales universitarios y es autor de 21 libros y de otros 12 en colaboración, algunos de ellos en calidad de editor.

 

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Humanismo y Renacimiento

Máximo García Ruiz

 

La creación de los estados modernos europeos, tal y como los conocemos hoy en día, no hubiera sido posible sin la existencia de la Reforma protestante y su correlato, el Concilio de Trento, tal y como veremos más adelante.

De igual forma, la Reforma no hubiera podido tener lugar, en su inmediatez histórica, sin la existencia del Humanismo y su manifestación artística y científica conocida como Renacimiento. Ahora bien, para poder centrar el tema, tenemos que remontarnos a la era anterior, la Edad Media, y poner nuestra mirada inicial, como punto de partida, en la Escolástica, el sistema educativo, el sistema teológico que identifica ese período, así como en el Feudalismo como forma de gobierno y estructuración social.

Para el escolasticismo la educación estaba reservada a sectores muy reducidos de la población, sometida a un estricto control de parte de la Iglesia. A esto hay que añadir que el sistema social estaba subordinado, a su vez, al ilimitado y caprichoso poder de los señores feudales bajo el paraguas de la Iglesia medieval que no sólo controlaba la cultura, sino que sometía las voluntades de los siervos, que no ciudadanos, amparada por un régimen considerado sagrado, en el que sus representantes actuaban en el nombre de Dios.

La Escolástica se desarrolla sometida a un rígido principio de autoridad, siendo la Biblia, a la que paradójicamente muy pocos tienen acceso, la principal fuente de conocimiento, siempre bajo el riguroso control de la jerarquía eclesiástica. En estas circunstancias, la razón ha de amoldarse a la fe y la fe es gestionada y administrada por la casta sacerdotal.

En ese largo período que conocemos como Edad Media, en especial en su último tramo, se producirían algunos hechos altamente significativos, como la invención de la imprenta (1440) o el descubrimiento de América (1492), que tendrán una enorme repercusión en ámbitos tan diferentes como la cultura, las ciencias naturales y la economía. En el terreno religioso, la escandalosa corrupción de la Iglesia medieval llegó a tales extremos que fueron varios los pre-reformadores que intentaron una reforma antes del siglo XVI: John Wycliffe (1320-1384), Jan Hus (1369-1415), Girolamo Savonarola (1452-1498), o el predecesor de todos ellos, Francisco de Asís (1181/2-1226) y otros más en diferentes partes de Europa. Todos ellos, salvo Francisco de Asís, que fue asimilado por la Iglesia, tuvieron un final dramático, sin que ninguno de esos movimientos de protesta, no siempre ajustados por acciones realmente evangélicas, consiguiera mover a la Iglesia hacia posturas de cambio o reforma.

 

No era el momento. No se daban los elementos necesarios para que germinaran las proclamas de estos aguerridos profetas, cuya voz quedó ahogada en sangre. El pueblo estaba sometido al poder y atemorizado por las supersticiones medievales; las élites eran ignorantes y no estaban preparadas para secundar a esos líderes que, como Juan el Bautista, terminaron clamando en el desierto, a pesar de que su mensaje, como las melodías del flautista de Hamelin, consiguiera arrastrar tras de sí algunos centenares o miles de personas. ¿Cuál fue la diferencia en lo que a Lutero se refiere? La respuesta, aparte de invocar aspectos transcendentes conectados con la fe de los creyentes es, desde el punto de vista histórico, sencilla y, a la vez, complicada; hay que buscarla, entre otras muchas circunstancias históricas, en el papel y en la influencia que ejercieron el Humanismo y el Renacimiento. Existen otros factores, sin duda, pero nos centraremos en estos dos.

 

Identificamos como Humanismo, al movimiento producido desde finales del siglo XIV que sigue con fuerza durante el XV y se proyecta al XVI, que impulsa una reforma cultural y educativa como respuesta a la Escolástica, que continuaba siendo considerada como la línea de pensamiento oficial de la Iglesia y, por consiguiente, de las instituciones políticas y sociales de la época. Mientras que para la educación escolástica las materias de estudio se circunscribían básicamente a la medicina, el derecho y la teología,  los humanistas se interesan vivamente por la poesía, la literatura en general (gramática, retórica, historia) y la  filosofía, es decir, las humanidades. Con ello se descubre una nueva filosofía de la vida, recuperando como objetivo central la dignidad de la persona. El hombre pasa a ser el centro y medida de todas las cosas.

 

La corriente humanista da origen a la formación del espíritu del Renacimiento, produciendo personajes tan relevantes como, Petrarca (1304-1374) o Bocaccio (1313-1375), Nebrija (1441-1522), Erasmo (1466-1536), Maquiavelo (1469-1527), Copérnico (1473-1543), Miguel Ángel (1475-1564), Tomás Moro (1478-1535), Rafael (1483-1520), Lutero (1483-1546), Cervantes (1547-1616), Bacon (1561-1626), Shakespeare (1564-1616), sin olvidar la influencia que sobre ellos pudieron tener sus predecesores, Dante (1265-1321), Giotto (1266-1337), y algunos otros pensadores de la época. Estos y tantos otros humanistas, unos desde la literatura, otros desde la filosofía, algunos desde la teología y otros desde el arte y las ciencias, contribuyeron al cambio de paradigma filosófico, teológico y social, haciendo posible el tránsito desde la Edad Media a la Edad Contemporánea, período de la historia que algunos circunscriben al transcurrido desde el descubrimiento de América (1492) a la Revolución Francesa (1789).

 

El Renacimiento se identifica por dar paso a un hombre libre, creador de sí mismo, con gran autonomía de la religión que pretende mantener el monopolio de Dios y el destino de los seres humanos. El Humanismo y el Renacimiento se superponen, si bien mientras el Humanismo se identifica específicamente, como ya hemos apuntado, con la cultura, el Renacimiento lo hace con el arte, la ciencia, y la capacidad creadora del hombre. El Renacimiento hace referencia a la civilización en su conjunto.

 

En resumen, el Humanismo es una corriente filosófica y cultural que sirve de caldo de cultivo al Renacimiento, que surge como fruto de las ideas desarrolladas por los pensadores humanistas, que se nutren a su vez de las fuentes clásicas tanto griegas como romanas. Marca el final de la Edad Media y sustituye el teocentrismo por el antropocentrismo, contribuyendo a crear las condiciones necesarias para la formación de los estados europeos modernos. Una época de tránsito en la que desaparece el feudalismo y surge la burguesía y la afirmación del capitalismo, dando paso a una sociedad europea con nuevos valores.

 

Visto lo que antecede, estamos en condiciones de juzgar la influencia que este cambio de ciclo histórico pudo tener en la Reforma promovida por Lutero en primera instancia, secundada por Zwinglio, Calvino, y otros reformadores del siglo XVI, y valorar de qué forma estos cambios contribuyeron a la formación de los modernos estados europeos.

 

Pero éste será tema de una segundan entrega.

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