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OPINIÓN / por MÁXIMO GARCÍA RUIZ

Influencia social protestante: Centro Ciencia y Fe

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(MÁXIMO GARCÍA RUIZ*, 03/01/2018) | Mi artículo “Reforma e influencia social”, publicado en diferentes medios digitales, uno de ellos secular y el resto de inspiración protestante, ha tenido una repercusión mayor de la media acostumbrada. Un teólogo de reconocido prestigio internacional escribe: “Ese es el camino, querido Máximo, la lectura dialéctica de los acontecimientos”.

El editor de otro medio afirma “…tu último artículo certero, agudo y profético. Me alegra que haya personas que perciban el estado del protestantismo en España”. Y un comentario más: “Es una buena contribución para que en un año tan importante como el que acaba, dedicado a conmemorar el V centenario, se considere con atención las carencias del protestantismo español actual señaladas. Es un broche de oro”.

Merece la pena mencionar (...) el reciente reconocimiento hecho por unanimidad de todos los partidos políticos del Ayuntamiento de Alicante, declarando el 31 de octubre como Día de la Reforma

 

No obstante, mi artículo merece una crítica al no haber puesto de relieve el hecho cierto de que, aunque la mayoría de ellas lo sean a nivel local y tal vez con una repercusión social muy por debajo de lo que se merecen, sí existen ya, en el mundo protestante español iniciativas dignas no solo de elogio sino de ser dadas a conocer profusamente; iniciativas que responden eficazmente a esa inquietud que dejábamos sentir en nuestra entrega anterior.

Vamos a hacer referencia expresa al Centro Ciencia y Fe, vinculado a la Facultad de Teología SEUT, que patrocina la Fundación Fliedner; un centro, dirigido con méritos más que sobrados, por Pablo de Felipe, doctor en Ciencias Químicas/Biología Molecular, profesor de Ciencia y Fe en la Facultad de Teología SEUT, perteneciente a la familia protestante, a quien acompaña en esta tarea un excelente equipo de científicos en diferentes materias. El Centro tiene su origen en la década de los 90 del siglo pasado, si bien nace formalmente en el curso 2008/2009.

 En el terreno social existen también otras entidades de prestigio, como es Diaconía (a nivel autonómico y estatal) dentro del terreno de la asistencia social; o centros de rehabilitación de drogadictos y/o de asistencia social a personas marginadas impulsados y asistidos por iglesias locales; o programas de atención y tutelaje de presos; o proyectos de asistencia social en conexión con consistorios municipales. De ellos habremos de ocuparnos en otra ocasión, pero ese no era el campo al que aludíamos en nuestro escrito anterior. Merece la pena mencionar, igualmente, aunque sea de pasada, el reciente reconocimiento hecho por unanimidad de todos los partidos políticos del Ayuntamiento de Alicante, declarando el 31 de octubre como Día de la Reforma; el consistorio asume el compromiso de apoyar las celebraciones que realicen las iglesias protestantes cada año con tal motivo. Logros de este tipo son necesarios para hacer visibles al movimiento protestante en España. Lamentablemente, su influencia social no alcanza el nivel que sería de desear. A estas iniciativas debería añadirse la existencia de políticos, periodistas, artistas, juristas, escritores, científicos, etc., incardinados en el tejido social, capaces de transmitir testimonio tanto de su fe como de su ética cristiana. Y de eso, al parecer, no está sobrado el protestantismo español.

Pero en esta ocasión, como ya hemos apuntado anteriormente, toca hacer referencia al Centro de Ciencia y Fe, una entidad que, según la información de su página web, “surge a finales de los años noventa del pasado siglo con el deseo de contribuir, desde el ámbito académico protestante, al estudio de las relaciones entre ciencia y fe”. Y lo hace “desde una perspectiva multidisciplinar que presta atención no solamente a la teología y a la ciencia, sino también a la historia y a la filosofía”. El objetivo es facilitar la comprensión de las complejas relaciones que existen entre ciencia y fe. Detrás del Centro hay dos instituciones de largo prestigio: la Faculta de Teología SEUT y la Fundación Federico Fliedner.

A lo largo del año, el Centro Ciencia y Fe organiza talleres sobre ciencia y fe, conferencias en torno a temas científicos de relevancia actual, cursos encaminados a conectar la ciencia con la fe, charlas-taller escolares, publica artículos sobre estos temas en diferentes páginas web … Tal vez la actividad de mayor prestigio sea la Conferencia Fliedner de Ciencia y Fe, que invita anualmente a conferenciantes internacionales de gran prestigio, una actividad celebrada normalmente en centros universitarios desde 2010, que incluye la traducción y publicación de una obra del conferenciante. Estas conferencias se enmarcan en las colaboraciones internacionales del Centro con otros grupos similares fuera de España.

El nivel académico del Centro Ciencia y Fe responde a estándares de prestigio internacional en lo que a su categoría científica e intelectual se refiere, unido a la   prestigiosa identidad protestante de sus integrantes, que hace del Centro un referente necesario para ofrecer a la sociedad, tanto civil como religiosa, una imagen sólida y consistente de protestantismo español.

 

Con motivo de la conmemoración del V Centenario de la Reforma, en junio del pasado año, Ciencia y Fe estuvo presente en Guatemala participando en un intenso programa de actividades en varias instituciones de la capital de Guatemala.

El Centro ha traducido y publicado documentos de gran valor sobre creación, evolución y otros temas de interés en el campo en el que se desenvuelve. Imparte cursos y conferencias en centros educativos e iglesias, entre otros, las facultades de teología SEUT y UEBE, algunos de ellos financiados por la Templeton World Charity Foundation. Recientemente el personal del Centro ha estado trabajando con un proyecto patrocinado por la BioLogos Foundation, organización de EE UU fundada por Francis Collins, evangélico, director del proyecto público de secuenciación del genoma humano, que pretende normalizar la aceptación de la evolución entre los evangélicos, financiado a su vez por la John Templeton Foundation.

El nivel académico del Centro Ciencia y Fe responde a estándares de prestigio internacional en lo que a su categoría científica e intelectual se refiere, unido a la   prestigiosa identidad protestante de sus integrantes, que hace del Centro un referente necesario para ofrecer a la sociedad, tanto civil como religiosa, una imagen sólida y consistente de protestantismo español.  Por otra parte, la dedicación y entrega de sus colaboradores, resaltando de forma especial la de su fundador y director, el Dr. Pablo de Felipe, es digna del mayor encomio quien, dicho sea de paso, en su tiempo libre está cursando un nuevo doctorado en Estudios Clásicos en la Universidad de Reading (Inglaterra), indagando sobre los orígenes de la idea de conflicto entre ciencia y fe en épocas anteriores al “caso Galileo”.

Llegados a este punto, y una vez que hemos tomado conciencia del alcance y dimensión de esta entidad, tenemos que lamentar: 1) la inmensa mayoría de los líderes y fieles de la iglesias evangélicas, desconocen la existencia de este Centro, y aun teniendo conocimiento del mismo, sus intereses están volcados hacia otros temas propios del creciente evangelicalismo español; y 2) la sociedad española está impermeabilizada contra cualquier influencia que no provenga de la ancestral cultura católico-romana, y esto, al margen de su progresivo alejamiento de las prácticas religiosas. El resultado de todo esto es que seguimos detectando la enorme dificultad que tiene la confesión protestante de hacerse presente en la sociedad española, creando expectativas hacia su oferta religiosa y cultural que atraigan el interés, al menos la curiosidad, de los ciudadanos españoles.

Entre tanto, se ha producido en determinados sectores una especie de espejismo anestésico, al ver cómo algunas iglesias de corte neopentecostal se han llenado de fieles mayoritariamente latinoamericanos. Bien recibidos sean como personas merecedoras de toda dignidad, sin diferencia racial o de origen. La pregunta es ¿dónde están los españoles? ¿Hay mensaje para ellos? ¿Tiene el protestantismo español la capacidad de influir en el terreno educativo, social, cultural, político y religioso? La respuesta, si ha de ser positiva. está en proyectos educativos y testimoniales semejantes a los que ofrece el Centro Ciencia y Fe que tan dignamente dirige el profesor Pablo de Felipe. Esperemos que nada ni nadie lo eche a perder.

Autor: Máximo García Ruiz*, Enero 2018.

 

© 2018 - Nota de Redacción: Las opiniones de los autores son estríctamente personales y no representan necesariamente la opinión o la línea editorial de Actualidad Evangélica.

20120929-1*MÁXIMO GARCÍA RUIZ, nacido en Madrid, es licenciado en Teología por la Universidad Bíblica Latinoamericana, licenciado en Sociología por la Universidad Pontificia de Salamanca y doctor en Teología por esa misma universidad. Profesor de Historia de las Religiones, Sociología e Historia de los Bautistas en la Facultad de Teología de la Unión Evangélica Bautista de España-UEBE (actualmente profesor emérito), en Alcobendas, Madrid y profesor invitado en otras instituciones. Pertenece a la Asociación de Teólogos Juan XXIII. Ha publicado numerosos artículos y estudios de investigación en diferentes revistas, diccionarios y anales universitarios y es autor de 21 libros y de otros 12 en colaboración, algunos de ellos en calidad de editor.

 

 

 

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Máximo García Ruiz

 

La creación de los estados modernos europeos, tal y como los conocemos hoy en día, no hubiera sido posible sin la existencia de la Reforma protestante y su correlato, el Concilio de Trento, tal y como veremos más adelante.

De igual forma, la Reforma no hubiera podido tener lugar, en su inmediatez histórica, sin la existencia del Humanismo y su manifestación artística y científica conocida como Renacimiento. Ahora bien, para poder centrar el tema, tenemos que remontarnos a la era anterior, la Edad Media, y poner nuestra mirada inicial, como punto de partida, en la Escolástica, el sistema educativo, el sistema teológico que identifica ese período, así como en el Feudalismo como forma de gobierno y estructuración social.

Para el escolasticismo la educación estaba reservada a sectores muy reducidos de la población, sometida a un estricto control de parte de la Iglesia. A esto hay que añadir que el sistema social estaba subordinado, a su vez, al ilimitado y caprichoso poder de los señores feudales bajo el paraguas de la Iglesia medieval que no sólo controlaba la cultura, sino que sometía las voluntades de los siervos, que no ciudadanos, amparada por un régimen considerado sagrado, en el que sus representantes actuaban en el nombre de Dios.

La Escolástica se desarrolla sometida a un rígido principio de autoridad, siendo la Biblia, a la que paradójicamente muy pocos tienen acceso, la principal fuente de conocimiento, siempre bajo el riguroso control de la jerarquía eclesiástica. En estas circunstancias, la razón ha de amoldarse a la fe y la fe es gestionada y administrada por la casta sacerdotal.

En ese largo período que conocemos como Edad Media, en especial en su último tramo, se producirían algunos hechos altamente significativos, como la invención de la imprenta (1440) o el descubrimiento de América (1492), que tendrán una enorme repercusión en ámbitos tan diferentes como la cultura, las ciencias naturales y la economía. En el terreno religioso, la escandalosa corrupción de la Iglesia medieval llegó a tales extremos que fueron varios los pre-reformadores que intentaron una reforma antes del siglo XVI: John Wycliffe (1320-1384), Jan Hus (1369-1415), Girolamo Savonarola (1452-1498), o el predecesor de todos ellos, Francisco de Asís (1181/2-1226) y otros más en diferentes partes de Europa. Todos ellos, salvo Francisco de Asís, que fue asimilado por la Iglesia, tuvieron un final dramático, sin que ninguno de esos movimientos de protesta, no siempre ajustados por acciones realmente evangélicas, consiguiera mover a la Iglesia hacia posturas de cambio o reforma.

 

No era el momento. No se daban los elementos necesarios para que germinaran las proclamas de estos aguerridos profetas, cuya voz quedó ahogada en sangre. El pueblo estaba sometido al poder y atemorizado por las supersticiones medievales; las élites eran ignorantes y no estaban preparadas para secundar a esos líderes que, como Juan el Bautista, terminaron clamando en el desierto, a pesar de que su mensaje, como las melodías del flautista de Hamelin, consiguiera arrastrar tras de sí algunos centenares o miles de personas. ¿Cuál fue la diferencia en lo que a Lutero se refiere? La respuesta, aparte de invocar aspectos transcendentes conectados con la fe de los creyentes es, desde el punto de vista histórico, sencilla y, a la vez, complicada; hay que buscarla, entre otras muchas circunstancias históricas, en el papel y en la influencia que ejercieron el Humanismo y el Renacimiento. Existen otros factores, sin duda, pero nos centraremos en estos dos.

 

Identificamos como Humanismo, al movimiento producido desde finales del siglo XIV que sigue con fuerza durante el XV y se proyecta al XVI, que impulsa una reforma cultural y educativa como respuesta a la Escolástica, que continuaba siendo considerada como la línea de pensamiento oficial de la Iglesia y, por consiguiente, de las instituciones políticas y sociales de la época. Mientras que para la educación escolástica las materias de estudio se circunscribían básicamente a la medicina, el derecho y la teología,  los humanistas se interesan vivamente por la poesía, la literatura en general (gramática, retórica, historia) y la  filosofía, es decir, las humanidades. Con ello se descubre una nueva filosofía de la vida, recuperando como objetivo central la dignidad de la persona. El hombre pasa a ser el centro y medida de todas las cosas.

 

La corriente humanista da origen a la formación del espíritu del Renacimiento, produciendo personajes tan relevantes como, Petrarca (1304-1374) o Bocaccio (1313-1375), Nebrija (1441-1522), Erasmo (1466-1536), Maquiavelo (1469-1527), Copérnico (1473-1543), Miguel Ángel (1475-1564), Tomás Moro (1478-1535), Rafael (1483-1520), Lutero (1483-1546), Cervantes (1547-1616), Bacon (1561-1626), Shakespeare (1564-1616), sin olvidar la influencia que sobre ellos pudieron tener sus predecesores, Dante (1265-1321), Giotto (1266-1337), y algunos otros pensadores de la época. Estos y tantos otros humanistas, unos desde la literatura, otros desde la filosofía, algunos desde la teología y otros desde el arte y las ciencias, contribuyeron al cambio de paradigma filosófico, teológico y social, haciendo posible el tránsito desde la Edad Media a la Edad Contemporánea, período de la historia que algunos circunscriben al transcurrido desde el descubrimiento de América (1492) a la Revolución Francesa (1789).

 

El Renacimiento se identifica por dar paso a un hombre libre, creador de sí mismo, con gran autonomía de la religión que pretende mantener el monopolio de Dios y el destino de los seres humanos. El Humanismo y el Renacimiento se superponen, si bien mientras el Humanismo se identifica específicamente, como ya hemos apuntado, con la cultura, el Renacimiento lo hace con el arte, la ciencia, y la capacidad creadora del hombre. El Renacimiento hace referencia a la civilización en su conjunto.

 

En resumen, el Humanismo es una corriente filosófica y cultural que sirve de caldo de cultivo al Renacimiento, que surge como fruto de las ideas desarrolladas por los pensadores humanistas, que se nutren a su vez de las fuentes clásicas tanto griegas como romanas. Marca el final de la Edad Media y sustituye el teocentrismo por el antropocentrismo, contribuyendo a crear las condiciones necesarias para la formación de los estados europeos modernos. Una época de tránsito en la que desaparece el feudalismo y surge la burguesía y la afirmación del capitalismo, dando paso a una sociedad europea con nuevos valores.

 

Visto lo que antecede, estamos en condiciones de juzgar la influencia que este cambio de ciclo histórico pudo tener en la Reforma promovida por Lutero en primera instancia, secundada por Zwinglio, Calvino, y otros reformadores del siglo XVI, y valorar de qué forma estos cambios contribuyeron a la formación de los modernos estados europeos.

 

Pero éste será tema de una segundan entrega.

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