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MARTIN LUTHER KING JR / A 50 AÑOS DE SU ASESINATO

MLK / La obra

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Este artículo es el tercero de una serie titulada “Figuras cristianas del siglo XX”, dedicada a Martin Luther King Jr, extracto de una conferencia pronunicada por el escritor y teólogo bautista, Máximo García Ruiz, en 1999, en la Universidad de Deusto. Actualidad Evangélica publica esta serie con permiso del autor al cumplirse, este próximo 4 de abril de 2018, 50 años de su asesinato en Memphis.

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Desde el púlpito. MLK inició su lucha por la justicia social desde los púlpitos de las iglesias. Más tarde, su púlpito estaría en las calles

(MÁXIMO GARCÍA RUIZ*, 03/04/2018) |   El púlpito de la Iglesia Bautista en la avenida Dexter de Montgomery fue el lugar desde el que comenzó a proclamar su mensaje de lucha contra la injusticia. Curiosamente, la primera resistencia le llegó de la propia comunidad negra: divisiones entre los dirigentes, indiferencia de los de mayor nivel cultural, pasividad en los más sencillos.

Los blancos no tardaron en reaccionar. Fue acusado de romper la paz entre blancos y negros.

El incidente de Rosa Parks dio protagonismo a los púlpitos de las iglesias bautistas de los negros, que fueron el medio más eficaz para propagar el anuncio del boicot a los transportes públicos. De los púlpitos se saltó a la calle para denunciar la injusticia.

Un principio impulsó a MLK a liderar este movimiento de protesta: “Quien acepta el mal pasivamente está tan mezclado con él como el que ayuda a perpetrarlo”. MLK llamaba al boicot “acto de no cooperación”.

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Una imagen del Dr. Martin Luther King Jr, a bordo del primer viaje en un autobús no segregado en Montgomery, Alamaba, en 1956 / Daily News

La lucha hizo que MLK liderara un movimiento de solidaridad que condujo a la población negra a conquistar un elevado nivel de autoestima y recuperación de la dignidad personal.

Como era de esperar, la intolerancia se recrudeció alcanzando al propio MLK. Primero fue un juicio por infringir la ley que prohibía el boicot; después una acusación de exceso de velocidad que le hizo pasar por la cárcel; finalmente un atentado: una bomba de mano lanzada contra la fachada de su domicilio el 30 de enero de 1956.

A partir de enero de 1960 MLK se dedica plenamente al movimiento de la no violencia en favor de los derechos civiles de los negros, que había ido creciendo en torno a él. De Montgomery traslada su residencia a Atlanta, su ciudad natal. Allí colaboraría con su padre, que era pastor de la Iglesia Bautista Ebenezer. Pero su púlpito serían las calles.

“Si América desea seguir siendo una nación de primer orden -proclama- no puede tener ciudadanías de segunda clase” (VL, 236).

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A partir de 1960, los púlpitos de MLK serían las calles

El movimiento, que no ha dejado de crecer desde el incidente de Rosa Parks, adquiere carácter oficial en 1960 con el nombre de: “The Southern Christian Leadership Conference” (SCLC), con sede central en Atlanta y una creciente red de sedes locales en los estados del Sur.

Uno de los grandes méritos de MLK es haber cerrado su corazón al rencor y a la agresión. Y no lo hace porque le faltaran razones, o por ingenuidad.

A causa de la consagración a la lucha por la libertad de mi gente, he conocido pocos días plácidos durante estos últimos años. He estado encarcelado en Alabama y en Georgia doce veces. Dos veces han arrojado bombas contra mi casa. Apenas pasa día sin que mi familia o yo seamos objeto de amenazas de muerte. He sido víctima de un apuñalamiento casi fatal... (FA, 157, 158).

Un recurso frecuentemente utilizado fue la ocupación masiva y pacífica de todos los lugares donde pervivía la segregación. Grupos de negros que entraban silenciosa y cortésmente en bibliotecas, restaurantes, teatros, tiendas, se sientan y esperan. No respondían a los insultos ni se oponían a la violencia de los desalojos. Pero regresaban a las puertas de los establecimientos una y otra vez.

La primera de aquellas “sentadas” tuvo lugar en Greensboro, Carolina del Norte, en 1960. Cuatro estudiantes comenzaron a sentarse cada día en un restaurante que rechazaba atenderles, a causa del color de su piel; día tras día eran expulsados y día tras día regresaban de nuevo. El ejemplo cundió rápidamente en todas las universidades del Sur.

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En prisión. "A causa de la consagración a la lucha por la libertad de mi gente (...) He estado encarcelado en Alabama y en Georgia doce veces"

En una de aquellas “sentadas” (19-10-60) en Atlanta, detuvieron a MLK. Le llevaron a prisión en el condado de Dekalb, un reducto del Ku-Klux-Klan; el juez le condenó a seis meses de trabajos forzados. El país se hallaba sumergido en plena campaña electoral. Los hermanos Kennedy intervinieron para conseguir su libertad bajo fianza. El gesto transcendió a la opinión pública. Unos días más tarde John F. Kennedy era elegido presidente de los Estados Unidos con una diferencia de apenas 100.000 votos.

Pero lo que más eco social alcanzó fueron las marchas de la libertad, también llamadas “los viajeros de la libertad”. Manifestaciones reivindicativas de los negros, que recorrían ciudades y estados entre cánticos espirituales y oraciones.

Primero fue la protesta por la discriminación en los autobuses; pero la protesta fue extendiéndose a otras causas de discriminación que iban logrando nuevos éxitos. En mayo de 1957 una marcha en Washington congregó a 37.000 negros pidiendo el derecho al voto y el fin de la segregación racial; un mes después MLK era recibido por el vicepresidente Nixon. En 1958 MLK recorrió más de un millón de kilómetros; el presidente Eisenhower se entrevistó con él. Las “marchas” fueron el instrumento de protesta desde 1961, siempre con fines específicos y actitudes pacíficas.

Hubo reveses, como en Albany (Georgia), pero globalmente, el movimiento a favor de la igualdad por medio de “las marchas” fue logrando paso a paso el fin propuesto

Birmingham (Alabama), la mayor ciudad industrial del sur era a su vez el mayor bastión segregacionista. A decir del propio MLK “no había en todo el país lugar comparable a Birmingham”. Los derechos humanos brillaban por su ausencia. “El temor y la opresión eran tan espesos en la atmósfera como el humo de sus fábricas” (PNPE, 58).

La acción desarrollada en Birmingham en 1963 puede ser considerada como un modelo de estrategia de la acción no violenta. En 1963 se celebra el centenario de la abolición de la esclavitud por Abraham Lincoln. La represión fue brutal. El mundo entero se escandalizó ante las imágenes de la actuación policial y de los perros-policía contra niños y jovencitos. Las cárceles llegaron a estar repletas de gente, hasta 2.500 manifestantes detenidos a la vez. Kennedy presionó a las autoridades de Alabama para que aceptaran algunas de las demandas.

El 28 de agosto la gran marcha reunió en la capital federal 250.000 personas, 6.500 de las cuáles eran blancas. En esta ocasión fue cuando MLK (que apenas tenía 34 años) pronunció su inolvidable discurso “I Have a Dream” (“He tenido un sueño”). Ese mismo año, el 22 de noviembre, fue asesinado en Dallas John F. Kennedy. El 2 de julio de 1964, Lindon Johnson, el sucesor de Kennedy en la Casa Blanca, firma la ley sobre los Derechos Civiles, consagrando la victoria de los negros y de la SCLC.

Cuando dejemos que la libertad resuene en cada poblado y en cada aldea, en cada Estado y en cada ciudad, podremos acelerar la llegada del día en que todos los hijos de Dios, blancos y negros, judíos y gentiles, protestantes y católicos, podamos estrecharnos las manos y cantar con las palabras del viejo espiritual negro: ¡Libres al fin! ¡Libres al fin! ¡Gran Dios Todopoderoso, al fin somos libres’. (MLK, 325,326).

Este, sin embargo, no fue el final. Era septiembre. Días después de la triunfal marcha en Washington, el domingo día 15, alguien lanzó una bomba en el interior de una iglesia bautista negra; cuatro niños murieron. Se produjeron otras muertes. El hermano de MLK y otros negros sufrieron atentados, así como el hotel donde se había alojado MLK, coches incendiados, asaltos, enfrentamientos... Fue una reacción explosiva de odio, de ira, de violencia.

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El Nobel. MLK recibió el galardón en Oslo, de manos del rey Olaf V de Noruega, el 19 de diciembre de 1964

Cuando un grupo de pastores, sacerdotes y rabinos publicaron una declaración conjunta en contra de la campaña de Birmingham y de la presencia de MLK, acusándole de extremista, inoportuno y desestabilizador, y justificando a la policía por sus acciones para “mantener el orden”, MLK respondía desde la cárcel: “Estoy en Birmingham porque también está aquí la injusticia” (PNPD, 106). Y añade:

Sabemos por una dolorosa experiencia que la libertad nunca la concede voluntariamente el opresor. Tiene que ser exigida por el oprimido. A decir verdad, todavía estoy por empezar una campaña de acción directa que sea “oportuna” ante los ojos de los que no hayan padecido considerablemente la enfermedad de la segregación. Hace años que estoy oyendo esa palabra ¡Espera! Suena en el oído de cada negro con penetrante familiaridad (PNPE, 110).

George Wallace, el racista gobernador de Alabama, no tuvo escrúpulos para enviar a la cárcel de Selma al ahora Premio Nobel de la Paz y a 300 negros más, acusados como siempre de actividades subversivas

La noticia del Premio Nobel de la Paz la recibió MLK estando ingresado en el Hospital St. Joseph de Atlanta. Recibió el galardón en Oslo, de manos del rey Olaf V de Noruega, el 19 de diciembre de 1964. Sus palabras en el discurso de aceptación resonaron con fuerza:

Acepto hoy este premio con una íntima fe en América y una audaz fe en la Humanidad. Me niego a aceptar la idea de que el hombre sea un simple madero flotante en el río de la vida que le rodea. Me niego a aceptar la idea de que la Humanidad esté tan trágicamente ligada a la noche oscura del racismo y de la guerra que nunca pueda llegar a ser realidad la radiante luz de la paz y la hermandad (MLK, 30).

A su regreso a EE UU todo fueron honores y homenajes. El alcalde de Nueva York le entregó las llaves de la ciudad y en Atlanta, su ciudad natal, se celebró un multitudinario banquete con más de 1.500 personas, en su mayoría blancos. Le fue entregado, poco después el premio John F. Kennedy del Consejo Católico de Cooperación Racial de Chicago.

Con todo, George Wallace, el racista gobernador de Alabama, no tuvo escrúpulos para enviar a la cárcel de Selma al ahora Premio Nobel de la Paz y a 300 negros más, acusados como siempre de actividades subversivas. El objeto de la lucha, en esta ocasión, era reivindicar el derecho de los negros a inscribirse como votantes.

Las represiones fueron brutales en esta ocasión en Selma (7 de marzo 1965); la nación entera quedó horrorizada al contemplar la fotografía de la represión: gases lacrimógenos, porras, jinetes blandiendo látigos... Dieciséis personas hospitalizadas y otras 50 heridas.

El 6 de agosto de 1965 el presidente Johnson firmó la ley del derecho al voto.


Autor: Máximo García Ruiz*, Abril 2018.

 

© 2018 - Nota de Redacción: Las opiniones de los autores son estríctamente personales y no representan necesariamente la opinión o la línea editorial de Actualidad Evangélica.

20120929-1*MÁXIMO GARCÍA RUIZ, nacido en Madrid, es licenciado en Teología por la Universidad Bíblica Latinoamericana, licenciado en Sociología por la Universidad Pontificia de Salamanca y doctor en Teología por esa misma universidad. Profesor de Historia de las Religiones, Sociología e Historia de los Bautistas en la Facultad de Teología de la Unión Evangélica Bautista de España-UEBE (actualmente profesor emérito), en Alcobendas, Madrid y profesor invitado en otras instituciones. Pertenece a la Asociación de Teólogos Juan XXIII. Ha publicado numerosos artículos y estudios de investigación en diferentes revistas, diccionarios y anales universitarios y es autor de 21 libros y de otros 12 en colaboración, algunos de ellos en calidad de editor.

 

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Humanismo y Renacimiento

Máximo García Ruiz

 

La creación de los estados modernos europeos, tal y como los conocemos hoy en día, no hubiera sido posible sin la existencia de la Reforma protestante y su correlato, el Concilio de Trento, tal y como veremos más adelante.

De igual forma, la Reforma no hubiera podido tener lugar, en su inmediatez histórica, sin la existencia del Humanismo y su manifestación artística y científica conocida como Renacimiento. Ahora bien, para poder centrar el tema, tenemos que remontarnos a la era anterior, la Edad Media, y poner nuestra mirada inicial, como punto de partida, en la Escolástica, el sistema educativo, el sistema teológico que identifica ese período, así como en el Feudalismo como forma de gobierno y estructuración social.

Para el escolasticismo la educación estaba reservada a sectores muy reducidos de la población, sometida a un estricto control de parte de la Iglesia. A esto hay que añadir que el sistema social estaba subordinado, a su vez, al ilimitado y caprichoso poder de los señores feudales bajo el paraguas de la Iglesia medieval que no sólo controlaba la cultura, sino que sometía las voluntades de los siervos, que no ciudadanos, amparada por un régimen considerado sagrado, en el que sus representantes actuaban en el nombre de Dios.

La Escolástica se desarrolla sometida a un rígido principio de autoridad, siendo la Biblia, a la que paradójicamente muy pocos tienen acceso, la principal fuente de conocimiento, siempre bajo el riguroso control de la jerarquía eclesiástica. En estas circunstancias, la razón ha de amoldarse a la fe y la fe es gestionada y administrada por la casta sacerdotal.

En ese largo período que conocemos como Edad Media, en especial en su último tramo, se producirían algunos hechos altamente significativos, como la invención de la imprenta (1440) o el descubrimiento de América (1492), que tendrán una enorme repercusión en ámbitos tan diferentes como la cultura, las ciencias naturales y la economía. En el terreno religioso, la escandalosa corrupción de la Iglesia medieval llegó a tales extremos que fueron varios los pre-reformadores que intentaron una reforma antes del siglo XVI: John Wycliffe (1320-1384), Jan Hus (1369-1415), Girolamo Savonarola (1452-1498), o el predecesor de todos ellos, Francisco de Asís (1181/2-1226) y otros más en diferentes partes de Europa. Todos ellos, salvo Francisco de Asís, que fue asimilado por la Iglesia, tuvieron un final dramático, sin que ninguno de esos movimientos de protesta, no siempre ajustados por acciones realmente evangélicas, consiguiera mover a la Iglesia hacia posturas de cambio o reforma.

 

No era el momento. No se daban los elementos necesarios para que germinaran las proclamas de estos aguerridos profetas, cuya voz quedó ahogada en sangre. El pueblo estaba sometido al poder y atemorizado por las supersticiones medievales; las élites eran ignorantes y no estaban preparadas para secundar a esos líderes que, como Juan el Bautista, terminaron clamando en el desierto, a pesar de que su mensaje, como las melodías del flautista de Hamelin, consiguiera arrastrar tras de sí algunos centenares o miles de personas. ¿Cuál fue la diferencia en lo que a Lutero se refiere? La respuesta, aparte de invocar aspectos transcendentes conectados con la fe de los creyentes es, desde el punto de vista histórico, sencilla y, a la vez, complicada; hay que buscarla, entre otras muchas circunstancias históricas, en el papel y en la influencia que ejercieron el Humanismo y el Renacimiento. Existen otros factores, sin duda, pero nos centraremos en estos dos.

 

Identificamos como Humanismo, al movimiento producido desde finales del siglo XIV que sigue con fuerza durante el XV y se proyecta al XVI, que impulsa una reforma cultural y educativa como respuesta a la Escolástica, que continuaba siendo considerada como la línea de pensamiento oficial de la Iglesia y, por consiguiente, de las instituciones políticas y sociales de la época. Mientras que para la educación escolástica las materias de estudio se circunscribían básicamente a la medicina, el derecho y la teología,  los humanistas se interesan vivamente por la poesía, la literatura en general (gramática, retórica, historia) y la  filosofía, es decir, las humanidades. Con ello se descubre una nueva filosofía de la vida, recuperando como objetivo central la dignidad de la persona. El hombre pasa a ser el centro y medida de todas las cosas.

 

La corriente humanista da origen a la formación del espíritu del Renacimiento, produciendo personajes tan relevantes como, Petrarca (1304-1374) o Bocaccio (1313-1375), Nebrija (1441-1522), Erasmo (1466-1536), Maquiavelo (1469-1527), Copérnico (1473-1543), Miguel Ángel (1475-1564), Tomás Moro (1478-1535), Rafael (1483-1520), Lutero (1483-1546), Cervantes (1547-1616), Bacon (1561-1626), Shakespeare (1564-1616), sin olvidar la influencia que sobre ellos pudieron tener sus predecesores, Dante (1265-1321), Giotto (1266-1337), y algunos otros pensadores de la época. Estos y tantos otros humanistas, unos desde la literatura, otros desde la filosofía, algunos desde la teología y otros desde el arte y las ciencias, contribuyeron al cambio de paradigma filosófico, teológico y social, haciendo posible el tránsito desde la Edad Media a la Edad Contemporánea, período de la historia que algunos circunscriben al transcurrido desde el descubrimiento de América (1492) a la Revolución Francesa (1789).

 

El Renacimiento se identifica por dar paso a un hombre libre, creador de sí mismo, con gran autonomía de la religión que pretende mantener el monopolio de Dios y el destino de los seres humanos. El Humanismo y el Renacimiento se superponen, si bien mientras el Humanismo se identifica específicamente, como ya hemos apuntado, con la cultura, el Renacimiento lo hace con el arte, la ciencia, y la capacidad creadora del hombre. El Renacimiento hace referencia a la civilización en su conjunto.

 

En resumen, el Humanismo es una corriente filosófica y cultural que sirve de caldo de cultivo al Renacimiento, que surge como fruto de las ideas desarrolladas por los pensadores humanistas, que se nutren a su vez de las fuentes clásicas tanto griegas como romanas. Marca el final de la Edad Media y sustituye el teocentrismo por el antropocentrismo, contribuyendo a crear las condiciones necesarias para la formación de los estados europeos modernos. Una época de tránsito en la que desaparece el feudalismo y surge la burguesía y la afirmación del capitalismo, dando paso a una sociedad europea con nuevos valores.

 

Visto lo que antecede, estamos en condiciones de juzgar la influencia que este cambio de ciclo histórico pudo tener en la Reforma promovida por Lutero en primera instancia, secundada por Zwinglio, Calvino, y otros reformadores del siglo XVI, y valorar de qué forma estos cambios contribuyeron a la formación de los modernos estados europeos.

 

Pero éste será tema de una segundan entrega.

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